miércoles, 13 de enero de 2010

2.010

Supongo que en estos días, en los que a penas he seguido los blogs que habitualmente leo habrá habido muchos post sobre lo que un nuevo año significa para muchos de nosotros.
Fragmentamos el tiempo porque nos da vértigo pensar en lo infinito y de algún modo nos hacemos ilusiones pensando que tenemos cierto grado de control sobre nuestras vidas. En las empresas hacemos presupuestos ambiciosos creyendo que el uno de Enero todos nuestros clientes cambiarán su actitud y nos pagarán en tiempo y en forma; decidimos adelgazar y convertirnos en sex symbols; estudiar inglés y dejar de fumar. Soñamos que ella volverá con nosotros…que todo será distinto. Necesitamos ilusiones porque la realidad a menudo nos defrauda y la ilusión es, sin duda, lo que nos hace estar vivos. Supongo que todos hemos tenido momentos así en nuestras vidas. Momentos en los que nos hemos esforzado por buscar razones para la lucha y finalmente uno es tan vital como fuertes sean esas motivaciones. El nuevo año siempre es una causa de renovación de propósitos, pero también lo son cada uno de nuestros cumpleaños, la reincorporación al trabajo después de unas vacaciones, la noche de San Juan en la que quemamos lo viejo para reiniciar una nueva vida soltando el lastre del pasado. Pensándolo bien, cada mañana puede ser un nuevo renacer y, como decía la canción, nos intentamos convencer de que aquel “puede ser un gran día”.
En medio de todos estos pequeños ciclos hay cosas que permanecen. Nuestros amigos, nuestra familia, nuestras parejas, nuestros trabajos…¿nosotros mismos?. Todos estos elementos atraviesan tangencialmente nuestros pequeños ciclos catársicos.
Es difícil de explicar esta broma que se llama vida. Para qué progresamos, por qué viajamos, por qué nos establecemos retos…puede que todo sea como un videojuego y seguramente no seamos más que personajes que van pasando pantallas y pueden ser reseteados a voluntad cuando el game is over. Todo es efímero, todo pasa, las sensaciones, las personas, los lugares, el tiempo y finalmente solo hay una cosa cierta. Todos moriremos. La muerte es el único concepto realmente democrático.
Afortunadamente, estamos programados para no tener continuamente todo esto en cuenta y somos capaces, de vez en cuando, de vivir el momento; de emocionarnos con una canción sin pensar que sólo es un instante pasajero, de atravesar un paisaje conectándonos con su esencia, de besarnos sin pensar que quien nos ama dejará de hacerlo en algún momento y de que sólo somos apariencia y en mayor parte nuestro cuerpo es vacío. Yo solo pienso estas estupideces cuando duermo poco (como es el caso), cuando la vida te da una bofetada o cuando estoy asustado.
Finalmente el año 2010 ocurrirá lo de siempre: nos seguiremos engañando a nosotros mismos porque es la única forma de seguir adelante.

No hay comentarios: