viernes, 30 de mayo de 2008

¿Que la vivienda esta cara? Os quejáis de vicio..Leed, leed.

Intrigado por la misteriosa desaparición de alimentos de su frigorífico, un japonés se llevó una enorme sorpresa al descubrir a una mujer que vivía en un armario de su casa desde hacía meses.
El hombre, un soltero de 57 años, instaló una cámara de seguridad en su casa, en la localidad de Fukuoka (oeste), para averiguar el motivo de la desaparición de comida de su cocina. Al poco tiempo descubrió en las imágenes a una mujer que se paseaba por su domicilio cuando él estaba ausente. La policía se presentó en la vivienda y, al registrarla, «descubrimos a la mujer instalada en un armario», según ha explicado un portavoz de la policía de Fukuoka.
La mujer, Tatsuko Horikawa, de 58 años, vivía escondida en la parte superior de un armario, apenas lo suficientemente grande para albergar a una persona acostada, donde había instalado un colchón y varias botellas de agua. La mujer «explicó a los investigadores que no tenía donde vivir. Parece que vivió aquí durante un año, aunque no todo el tiempo», declaró el portavoz.
La mujer fue detenida y la policía sospecha que pudo haber instalado escondrijos en los armarios de otras viviendas del barrio.




P.D. Y encima la detienen a la pobre! (a perro flaco, todo se le vuelven pulgas)

miércoles, 28 de mayo de 2008

La metáfora del Renacuajo.

Simplificando un tanto mi trabajo puedo decir que a lo que me dedico es "a vender cerdos". Estamos saliendo de una crisis bastante fuerte en este glamuroso sector y, como después de cada crisis, parece que la demanda en nuestros productos va a aumentando. Desafortunadamente, este incremento en la demanda ha coincidido justamente, con un grave problema en nuestro departamento de producción. Por lo tanto, resulta que tenemos pedidos que no podemos vender (después de todo el trabajo comercial realizado).

Las cosas no hay que tomárselas muy a la tremenda así que recordé que aún puede haber casos más dramáticos. Por ejemplo lo que le ocurre a los renacuajos...si, si, a los renacuajos. Tras eclosionar de su huevo, van elongando su cola. Llega un momento en que tienen un potente instrumento cuya relación con su tamaño corporal haría palidecer de envidia al propio Nacho Vidal. Pues bien, justo en el instante en que les empiezan a crecer los brazos...les involuciona la cola.

Si la reencarnación fuera un hecho, sin duda los renacuajos tuvieron que ser muy cabrones en una vida anterior?

domingo, 25 de mayo de 2008

Tengo un 74 en la 23 con Lincoln Avenue!

El otro día estaba yo buscando locales candidatos a ser mi futura oficina en Plaza Bonita. Encontré uno que no estaba nada mal y me puse a hacerle una foto con el móvil para enviársela a mi superior y pedirle opinión al respecto. En esas labores gráficas estaba cuando llegó un guardia de seguridad y me dijo que no podía hacer eso y que destruyera mi obra. Yo le dije que eso era una gilipollez y que no tenía sentido. Él me dijo que sólo cumplia órdenes. Entonces sacó su radio (icono del poder de los guardias de seguridad) y habló con su superior. "Tengo un 74 en el local 24 B". No pude evitar que se me escapara una sonrisa. Lo primero que pensé es si estarían jugando a los barcos y el duendecillo burlón que llevo dentro dijo "agua!". Afortunadamente el tipo no supo a qué me refería. Después ridiculizando al macaco en cuestión y a toda su organización (los Boinas Negras!!!!) pensé si de verdad habría un código para describir a un español haciendo una foto a una oficina con un teléfono móvil. De ser así, eso debía de ser un signo inequívoco de que la sociedad está en coma cerebral (colectivo, se entiende). En fin, que yo persistí en mi rebelde actitud y me opuse a que manipularan mi teléfono móvil. El agente de la ley y el orden volvió a repetir que, o bien borraba la foto o de lo contrario necesitaría mi nombre. No quisé tensar más la cuerda, asi que se lo dí y me marché. Si algo le ocurre a un local en Plaza Bonita (Guadalajara, Jalisco), el primer sospechoso será un tal "Andrés Pajares"! (como si tuviera poco lío el pobre encima!! Tendría que haber dicho que me llamaba "Pitita Ridruejo" (claro que quizá no hubiera colado sin ese tupé tan caracterísitico!)

Me metí en uno de los locales de la plaza, y poco después lo ví pasar. El sabueso me había seguido la pista con su negra trufa canina. Seguramente pensara que yo podía ser una especie de terrorista. Sin duda alguna esto fué lo más emocionante que nos pasó a los dos aquel día....

martes, 20 de mayo de 2008

Que te vaya muy bien...

No había teléfonos móviles así que, durante todo el mes de julio seguíamos el recorrido de la cosechadora por el monte para saber a qué hora teníamos que estar preparados para subir con nuestro viejo y destartalado tractor Ebro rojo a recoger el centeno. El lapso de tiempo entre la madurez de las espigas y las primeras tormentas de verano era muy corto por lo que se cosechaba casi durante las veinticuatro horas del día. En ocasiones teníamos que ir a las fincas de noche. Siempre sacábamos el remolque a mano aprovechando el desnivel del portal de la casa. Girábamos su lanza para dejarlo orientado en la posición adecuaba. Entonces mi abuelo arrancaba el tractor y atravesaba las puertas grandes del corral marcha atrás dejando sólo un par de dedos de holgura a cada lado de las enormes ruedas. Después, se colocaba ante el remolque y retrocedía con cuidado. Cuando estaba a un par de metros, yo levantaba la lanza con todas mis fuerzas y él se aproximaba cuidadosamente hasta que ambos elementos, tractor y remolque, pudieran conectarse. Entonces, yo me iba corriendo a cerrar las puertas por la que habíamos salido y de un salto me encaramaba al pescante. Atravesábamos el pueblo a toda velocidad. Ascendíamos por la cuesta que hay junto al campo de fútbol y pasábamos junto a la majada y la fuente de la cuesta. Los mastines y careas salían a nuestro paso ladrando y mostrando los dientes de forma furiosa. No importaba. En aquellos momentos éramos invulnerables. Justo con el fin de los ladridos, se acababan también las luces del pueblo. Nos adentrábamos en la oscuridad del campo abierto. En ocasiones, liebres y conejos salían a nuestro paso y quedaban aturdidas por las luces. Entonces, mi excitación aumentaba y me sentía como un reportero del National Geographic en una expedición en medio de la sabanah africana. Al llegar a la finca apagábamos los motores y esperábamos en silencio. Yo me tumbaba en el fondo del remolque y miraba al cielo. Nunca he vuelto a ver un cielo tan bonito. Algunas noches veía tantas estrellas fugaces que se me acababan los deseos. “Un deseo por cada estrella fugaz”; ese era el trato. Ahora se que en realidad no veía tantas estrellas sino que tenía pocos deseos.

A lo lejos se veía el pueblo y se oía la cosechadora acercándose. El ingenio mecánico entraba en la finca y la iluminaba casi por completo. Poco a poco iba digiriendo el cereal, llenando su panza con el grano y dejando hileras paralelas de paja trillada. Al final, lo vomitaba todo en el remolque en el que yo me subía para ir distribuyendo el centeno hacia las esquinas para evitar que rebosara por alguno de los laterales. El grano aún estaba caliente y lleno de insectos que saltaban a mi alrededor.

Hace un par de meses yo estaba en un hospital con mi abuelo. Lo acabábamos de acostar. Lo habían ingresado después de una fuerte crisis de salud y en un par de días yo venía para México. Cuando me despedí de él, le di un beso en la frente. Él me miró tranquilo y me dijo “que te vaya muy bien”. Aquella fue la primera vez que lo vi. Ahora se que aquel deseo se extendía más allá de unas cuantos días. Era su forma de despedirse para siempre.

El domingo pasado yo estaba en Minneapolis. Como cada domingo, llamé a casa de mis padres. Me dieron la terrible noticia y se me hizo un nudo en la garganta. No pude seguir hablando. Mi abuela me dijo que llorara y que no preocupara. Que había estado con él y que mi abuelo había muerto “tranquilo”.

Me sentí mal por no haber estado más cerca. De él me quedan todos los momentos únicos que vivimos...como aquellas noches de verano en las que subíamos a asustar a las liebres con nuestro ruidoso tractor rojo.

jueves, 15 de mayo de 2008

Todos tenemos un mal día

La verdad, es que no he tenido mucho tiempo últimamente, ni espero tenerlo próximamente asi que...siento no currármelo un poquito más... en cualquier caso, creo que esto es una joyita bastante interesante que merece la pena ver. Al menos, ni me lo curro, que sea divertido..allá va!!!







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domingo, 4 de mayo de 2008

Lars y una chica de verdad

Lars vive en un pequeño pueblo americano de esos que seguramente existan y en el que todos se conocen y hacen cosas “por la comunidad” en los que la vida gira en torno a la iglesia y se considera una situación límite el hecho de que a la Mrs. Smith se le queme el pastel de carne. Es un chico rarito que un día da un paso más allá de lo simplemente excéntrico al presentar en sociedad a su nueva novia que no es lo que se dice un “gran partido”. Gracias a la colaboración de todas las fuerzas vivas del pueblo (el cura, la médico, la asociación de padres de alumnos, los compañeros de trabajo y la raquítica familia de Lars compuesta por su cuñado y su grávida esposa), logran sacar a Lars de su situación y recuperarlo para la causa.

Es una película original con un toque muy surrealista que entretiene y tiene puntos de humor sutil y cierta ironía. Por momentos me recordaba series como Doctor en Alaska, en los que el pueblo realmente es un universo conformado por personajes peculiares.

Sin ser la obra maestra del 2008 (aún conservo la esperanza de ver algo decente este año), la peli es recomendable.

Es agradable y tierna aunque hay que verla con ojos inocentes (os costará! seres de mirada sucia y escéptica! lo entiendo!) para que no resulte ridícula en algunos momentos.