domingo, 29 de noviembre de 2009

Norah y John

Aquella noche, como todos los viernes noche, John McOrmick elevó el ala de su sombrero y se apoyó sobre la barra con la sutil inclinación de un minutero de reloj marcando las “menos cinco” pero sin flexionar sin embargo sus piernas para que sus calcetines raídos no fueran visibles para el graderío.

. En realidad nadie lo miraba, pero la poca autoestima que le quedaba tras tantos fracasos sociales y desastres pseudoamorosos, le hacía pensar que sí; que aún conservaba parte de un encanto que en algún momento pasado sólo él creyó tener.

La dulce Norah cantaba sobre un escenario del tamaño de una caja de zapatos. El viejo vestido de “ciertopelo” que en otros tiempos se ceñía su grácil cintura para lanzarse al vacío al llegar a las caderas, tenía ahora que acercarse a su máxima capacidad de resistencia para superar las lorzas mantequeras que protegían su abdomen.

A pesar de todo John seguía yendo a ver su show cada viernes noche y seguía ensayando su pose de tipo duro en la barra enfundado en su traje de cien dólares que se renovaba por otro exactamente igual pero sin manchas de grasa cada vez que el Atletic ganaba algún torneo.

Jamás habían intercambiado palabra. Él, demasiado orgulloso para dirigirse a la otrora pieza más valiosa de caza del bar. Ella, una piedra demasiado preciosa para rebajarse ante un tipo que no fue capaz en ningún viernes a lo largo de los últimos 20 años de ocultar su mediocre procedencia. A Norah, ya nadie se la disputaba en realidad pero, hacía tanto tiempo que ambos mantenían la misma actitud que parecía ya imposible que algo cambiara.

Muchas cosas habían pasado en el Bar de Rick durante los últimos años (o quizá, en realidad, no había pasado nada). Todos los músicos habían emigrado, al igual que los clientes decentes. Ahora el fondo musical era un karaoke que el dueño identificó como una revolución tecnológica capaz de reducir sus costes. El mobiliario tuvo que renovado tras un devastador incendio a finales de la década de los 60. Incluso la propiedad ya no era la misma.

Sólo había tres elementos que permanecían inmutables constituyendo la esencia de aquel tugurio de mala muerte: John, Norah y el aire viciado que era exactamente el mismo del día en que el local fue inaugurado.

Así pasaban las noches, las semanas, los años. John pedía “lo de siempre” a camareros que nunca estaban el tiempo suficiente en su puesto de trabajo para aprender lo que “lo de siempre” era, y Norah perpetraba las mismas canciones a semidespoblados auditorios borrachos que habían perdido el gusto musical junto con la dignidad en alguna parranda etílica.

Aquella noche, no fue distinto. Norah terminó su actuación con un bis que nadie le pidió y John apuró su último trago de güisqui de garrafón. Lo miró con el rabillo del ojo mientras descendía de su caja de zapatos. Él la observó abiertamente pero sólo cuando ella se hubo dado la vuelta.

Otra noche más, la misma escena. Así era el juego.

En el fondo, y al fin y al cabo, los dos sabían que en este mundo sólo se tenían el uno al otro y aquello les parecía suficiente; John y Norah eran quizá lo único auténtico y duradero que en verdad ambos habían tenido en sus vidas y, al parecer, no estaban dispuestos a arriesgarlo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

jueves, 12 de noviembre de 2009

La Licencia. Parte I: El Cursillo de Formación:

Llegué simulando taquicardia y aparentando una profunda preocupación por mi retraso aunque en realidad mis latidos tenían el mismo ritmo de un reptil hibernando. (sí, soy un pérfido y despreciable, lo sé).

- ¿Es este el curso para la licencia de manejo? – pregunté
- ¿Para que licencia viene? – replicó la instructora.
- Para la de motocicleta!
- Adelante! Inscriba su nombre en la lista y déjeme una identificación.

Deposité mi pasaporte sobre la pila de credenciales de electores que había sobre la mesa de la “sargento de hierro” y me senté en la primera fila a la derecha de una joven con gafas de empollona y uñas decoradas con una reproducción en miniatura de los frescos de la Capilla Sixtina (con incrustaciones de brillantes y metales preciosos, todo sea dicho de paso)

- Bien, pues como decíamos – continuó la profesora tras mi interrupción – el conductor profesional tiene que conocer y respetar a las leyes y a la autoridad….

- ¿Perdón, este el curso para “choferes”? – interrumpió otro rezagado.

La misma escena se repitió posteriormente otras tres veces y nuevos elementos se fueron incorporando al auditorio.

- Bien – dijo la instructora – ahora, para que no nos durmamos, vamos a leer cada uno de los puntos de la siguiente diapositiva. Venga, empezamos por ti….
- Y “ti” dijo: “es que yo..no sé leer muy bien”…

(¿y cómo se supone que va a pasar el examen?- me pregunté a mi mismo consciente a su vez (o a mi vez, no sé) de que era una pregunta retórica)

Tras el pequeño incidente, continuamos la alegre lectura. Tras ella una batería de preguntas de los avezados alumnos.

- Profesora y… qué ocurre si reprobamos el examen teórico (preguntó la cuatro ojos que custodiaba mi flanco izquierdo…)
- Pues, se pueden volver a presentar al examen de las 3 de la tarde…(no es tan grave, no?)
- ¿Y si reprobamos el práctico? – volvió a inquirir la chica de las lentes.
- Pues, creo que tienen que esperar quince días antes de tener la oportunidad de presentarse de nuevo y practicar el manejo.
- Pero, …si no tenemos licencia… ¿cómo se supone que vamos a practicar?

- Ya .- dijo la instructora – pues…esto…..Como decía (continúo haciendo caso omiso a la incómoda cuestión), otra de las preguntas que les pueden hacer en el test es la siguiente: si ustedes van por la carretera y de repente se les levanta el capó, qué tienen que hacer?
- Pero, ¿qué supuesto es ese? – pensé. ¿A quién se le ha abierto el capó en plena carretera? Es como si te preguntaran que tienes que hacer en caso de abducción marciana:

- A) Llamar a un abogado especializado en derecho intergaláctico para que nos saque de allí.
- B) Copular con ellos para generar un híbrido tipo “niña de las estrellas” de V
- C) Sostener el volante con fuerza

Tras un somero (muy somero repaso) a las normas de circulación llegamos a la fase de concienciación psicológica. Nos contaron la historia de una chica americanusa que llevaba una vida tranquila y ufana hasta que un desalmado chocó frontalmente con ella y la dejó convertida en un ser terriblemente deforme que requirió intensísimos cuidados por parte de su familia durante los pocos años que pudo sobrevivir al accidente. Toda esta historia, perfectamente representada gráficamente en Power Point, claro, que no escatimaba ningún lujo de detalles, especialmente aquellos relacionados con las lesiones derivadas del accidente.

Para terminar nuestro proceso de responsabilización vial, nos mostraron fotos de accidentes; a cada cual más descarnada: caras literalmente lijadas por el asfalto, cráneos abiertos de par en par con la masa encefálica esparcida en un triángulo de “Ceda el Paso”, fracturas abiertas, cuerpos en girone irreconocibles, para terminar con un afectuoso:

“ y esta última foto es para nuestro amigo el motociclista español”.

La imagen en cuestión mostraba a un cuerpo perfectamente seccionado en dos partes en el que, como en ninguna de las otras fotos ningún detalle había sido pixelado.

- Y esto le pasó por ir muy deprisa – me espetó en la frente la instructora con una miradita de advertencia.

(misión cumplida, ya nos había acojonado a todos!)

Ya pueden pasar a entregar su documentación y a hacer el examen!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Historia (Parte 5 y final)

Estimado lector!!!!!

Antes de que siga leyendo las letritas que se escriben a continuación, si quiere que la lectura de este post le proporcione algún ápice de satisfacción, le recomiendo la lectura de las otras cuatro partes prececentes de este relato...leyéndolo en orden tiene poca gracia. Si empieza por aqui en lugar de comenzar por el principio...no tiene ninguna. Allá vamos.



Recuperando el brío de una quinceañera y sin pensarlo más colgó el teléfono y se dirigió a la salida. Antes de atravesar el umbral de la puerta se miró fugazmente al espejo. Se sorprendió ante la intensidad del brillo de sus ojos. No recordaba verse asi desde hacía mucho tiempo. Ese brillo hizo que a penas se fijara en que llevaba puesto su vestido negro de triste viuda enlutada y en que su pelo estaba ligeramente desteñido. Tampoco reparó en lo erosionado de su cara. En realidad, se veía bella.

Entró en el bar con decisión y él, con una amplia sonrisa le presentó a su esposa.

Paloma se extinguió allí mismo.

Mauricio, mirándola a los ojos justo antes de que se evaporara, comprendió que aquella estúpida venganza no había tenido ningún sentido.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Historia (parte 4)

Paloma estaba congestionada…su respiración seguía alborotada y esta vez no era por la celeridad de su marcha para descolgar el teléfono…su cabeza también recuperó una actividad inusual ya en los últimos años; no era capaz de procesar tantos recuerdos, reflexiones, deseos, dudas, miedos, estrategias, especulaciones e hipótesis sobre lo que sería de su vida a partir de ese momento.

Sólo sentía fogonazos descarnados, puros de esas ideas que nacen en la parte más profunda del cerebro o quizá del alma y que no da tiempo a barnizar con el matiz del raciocinio antes de que golpeen nuestra conciencia: fogonazos de culpabilidad por lo que le había hecho a Mauricio…destellos de esperanza ante la expectativa de no acabar sola regando sus plantas los últimos días de su vida… fríos relámpago de miedo por el qué dirían sus hijos si la vieran con otro hombre…

Dentro del guión del invierno de su vida ya no había lugar para las flores, para los paisajes verdes, para las mariposas…estaba convencida de que su destino sería extinguirse poco a poco, como el fuego en una vela agotada, como el murmullo de las fiestas del barrio en la madrugada, como se extinguen las vidas de las ancianas solas que un día aparecen muertas sobre su capa como pajarillos sin aliento y que las asistentas sociales descubren al hacer la cama entre las arrugas de las sábanas.

Continuará….