sábado, 15 de agosto de 2009

Amigos de Oxxo

Estación de autobuses de Ciudad Obregón (Sonora). Territorio yaqui. La temperatura ambiental es de unos 43º a la sombra y ni el aire ardiente ni la elevada humedad relativa son capaces de impedir este incesante vaivén de autobuses y gentes que entran y salen de este hormiguero.

Ayer mismo estuve en esta misma ciudad. A sólo unos metros de aquí. Mientras esperábamos a que un procliente llegara a su oficina nos metimos en un Oxxo para rehidratarnos un poco y hacer tiempo. Estábamos sentados de cara al escaparate observando de forma bastante desinteresada la actividad cotidiana de la gasolinera de en frente cuando un señor de avanzada edad (más tarde supimos que eran 81 años de humanidad los que nos contemplaban tras sus derrotados párpados) interfirió en nuestra insípida conversación con un contundente:

“Han cargado gasolina en esta gasolinera? Está todo nuevecito. Prueben y verán la diferencia”

A lo que yo contesté con un poco diplomático:

“No será suya, ¿verdad?”

El viejito negó con la cabeza. Pertenecía a unos familiares suyos que, al parecer, la habían comprado recientemente. Nadie quería comprarla porque a pocos metros se localiza la “Estación de Servicio Rivera”, que por lo que el hombre nos contó había hecho quebrar sistemáticamente a cuantos negocios expendedores de combustibles hidrocarburos se habían situado en sus proximidades.

Entonces nos explicó, con sus ojos vivarachos enterrados en su cara arrugada que su negocio era de bombas a presión, generadores, cortacéspedes y similares; que él era de origen libanés, que su abuelo había llegado a México por Veracruz y que tras una breve estancia de a penas 3 años en aquella ciudad a orillas del Atlántico, se había ido después a vivir a Cananea, zona de acción en aquellos inicios del siglo veinte debido al inicio del negocio de las minas. Destripamos el significado etimológico de las palabras de origen árabe en castellano, hablamos de las bondades del vino y del whisky escocés:

“Cuando estoy solo, me tomo dos copas de güisqui por la noche. Si hay algún amigo, me tomo 3”.

Después nos invitó a su negocio y nos presentó a su hijo que tenía la asombrosa capacidad de hacer los cálculos técnicos para cualquier bomba. Hablamos de cerdos, de Canadá, del Líbano, de sus bisnietas y de un nieto al que le diagnosticaron leucemia hacía un mes y que, aparentemente evoluciona favorablemente.

Nos despedimos. Intercambiamos tarjetas y nos fuimos a nuestra cita.

Cuando salimos de la cita, lo vimos de nuevo. Sentado en el mismo lugar del Oxxo donde lo habiamos visto por primera vez; esperando tal vez a ese amigo con el que tomarse la tercera copa de whisky.

Ya son las cuatro y media. Mi autobús está a punto de salir. Hago cola. Me dan un Sprite y sándwich. Va a ser un viaje de 14 horas…Amaneceré a 1.200 kilómetros de aquí.

2 comentarios:

Nils dijo...

Luis, no envidio tu viaje de 14 horas de bus para nada... ánimo!!

nennella dijo...

Linda historia!!
Gracias por compartir tus encuentros en el camino!