miércoles, 24 de diciembre de 2008

El sitio de mi recreo

Pocas veces he sido tan feliz como después de limpiar la cuadra de los cerdos. Era entretenido esquivar sus curiosos mordiscos en la botas de goma y obligarlos a moverse para poder limpiar justo el lugar en el que estaban acostados. Tras recoger todos sus excrementos y rascar el suelo de hormigón con una pala, lanzarles la paja a puñados y ver cómo la mascaban y se revolcaban felices en ella, se apoderaba de mi una sensación de deber cumplido que pocas veces he vuelto a tener.

Todos tenemos un lugar físico, una sensación, un paisaje natural o emocional que es donde mejor estamos. ¿Cuál el vuestro?

domingo, 21 de diciembre de 2008

Historias de Trenes

El perro también paga billete – senteció el gordo revisor de tren.

Inmediatamente hice mi radiografía psicológica del menda en cuestión. Tipo mediocre con uniforme (aunque sea de ferroviario), que no manda en ningún sitio que no sea un vagón, menos popular que una chuleta de cerdo en Irak y con ansias de revancha con la vida y con todo ser sin liquidez que cayera en sus manos.

En este caso, el individuo insolvente era un muchacho joven, como sacado del film “Hacia rutas salvajes” que viajaba con sus pantalones vaqueros tupidos de mierda de aceras de todas España y parte del extranjero.

Vuelvo dentro de un rato…si no tienes el dinero, te bajas en la siguiente estación. (seguramente, el poder ejecutar esto le produciría a nuestro mini Sadam Hussein ferroviario, endorfinas suficientes para sobrevivir unos cuantos días más con la autoestima por las nubes).

Yo observaba la escena desde la distancia. Llevaba unas 28 horas de viaje y mi capacidad de reacción era limitada.

A pesar de todo le pregunté al mochilero, cuánto le faltaba y le solté el euro y medio necesario para completar el billete de su mascota. (Así, sin avales ni garantías adicionales, sin estudio de nómina…por la filosa. ¡Es que cuando me pongo generoso¡)

Después me senté en el asiento 203 del vagón 3 del regional Madrid-León y observé a mi nuevo amigo y a su mascota.

Posiblemente yo tenía unos cuantos “euros y medio” más que él pero no tan buena compañía de viaje.