miércoles, 23 de abril de 2008

Estoy tan cerca del cielo, que me quedo aqui!

Desapareció sacerdote brasileño que volaba utilizando 1.000 globos de helio

Adelir de Carli despegó de la ciudad portuaria de Paranagua dotado de un casco, un traje térmico y un paracaídas. La Fuerza Aérea y Marina de Brasil buscan al religioso en alta mar.

El sacerdote, un hombre de 42 años que pretendía imponer un record de 20 horas volando con globos de helio, celebró una misa dominical antes de partir en su aventura. De Carli, según informó el canal 'TV Globo', salió del puerto de Paranaguá, en el sureño estado de Paraná, con destino a Cascavel o Maringá, ciudades del mismo estado.

Denise Gallas, tesorera de su parroquia de Sao Cristovao, explicó que la desaparición fue reportada ocho horas después de que el religioso saliera del puerto y se perdiera la comunicación con las personas que lo acompañaban desde tierra firme.

La tesorera indicó que el sacerdote se elevó a una altitud de 6.000 metros y luego descendió a cerca de 2.500. Durante el vuelo los vientos le cambiaron el rumbo, por lo que Carli estaba aproximadamente 50 kilómetros fuera de la costa cuando hizo contacto por última vez con las personas que lo seguían desde el puerto. En su último contacto solicitó orientación a las autoridades portuarias para poder accionar su equipo de rastreo satelital.

''Estamos absolutamente confiados de que será encontrado con vida y en buen estado, flotando en algún lugar del océano'', apuntó la tesorera parroquial.

Esta no era la primera vez que el sacerdote hiciera una locura de este estilo. El 13 de enero Carli recorrió, de nuevo con globos de helio, 110 kilómetros, durante cuatro horas, entre Paraná y la vecina ciudad argentina de San Antonio.

martes, 22 de abril de 2008

Teléfonos Celulares (Móviles para los Españoles de la España Cañí)

Pues bien, como parte de mi adaptación a este gran pais en el que me encuentro he contratado un Nextel. El Nextel es un tipo de terminal telefónico que combina la telefonía con la radio. Entender el tipo de tarificación al que está sometido ha sido más difícil que hacer un doctorado. Creo que la dependienta de la tienda me odia (la he bombardeado a preguntas) pero también creo que no conoce su trabajo y que si me voy a preguntar a otra tienda me van a decir cosas distintas. Para que os hagáis una idea (para los lectores no mexicanos). Aquí, llamar de una ciudad a otra se considera con llamada a larga distancia. Esto significa que el que paga llama y el que recibe también (tipo llamada internacional). Para colmo, si te compras un nextel entran las variables de radio, llamada de nextel a nextel, minutos gratis y su puta madre!!!
Total que al final no tengo muy claro lo que pagaré (seguramente más de lo que está en mi mente (que supongo que es de lo que al final se trata)).

Os dejo aqui está impactante y reciente historia sobre telefonía móvil que he leido hoy en el pais digital.

"El matrimonio formado por Emine y Ramazan Çalçoban decidió romper su relación tras pelearse. Emine, de 20 años, retornó a la casa de su padre, Hamdi Pulas. La pareja, sin embargo, no dejó de reñir tras la separación y las disputas continuaron a través de mensajes en sus teléfonos móviles.
Ramazan, de 24 años, le recriminó un día a su ex mujer que siempre cambiaba de tema cuando se quedaba sin argumentos. Pero en muchos teclados de teléfono móvil no existe el carácter para la letra "I" turca (i cerrada, que se escribe sin punto), por lo que Ramazan, en lugar de teclear "sIkIsInca" (cuando te quedas sin argumentos), puso "sikisinca" (cuando te follan), cuenta el diario turco Hürriyet.
Emine se tomó el mensaje como un insulto y se lo mostró a su padre, según figura en el informe de la investigación judicial del caso. El progenitor se enfureció e increpó a su antiguo yerno: "Nos has insultado, has mancillado nuestro honor. Estás tratando a mi hija como si fuese una prostituta".
Cuando Ramazan fue a casa de su ex mujer y su antiguo suegro para explicarse, toda la familia Pulas se le echó encima y le hirieron con un cuchillo. Como venganza, Ramazan acuchilló a Emine hasta matarla y fue encarcelado por ello, pero se suicidó en la prisión.
Ahora el fiscal exige una condena de 15 años de cárcel para Hamdi Pulas y otras dos hijas suyas por el "intento de asesinato" de Ramazan.
La trágica historia fue publicada ayer por Hürriyet, que destaca en su información que el punto de la "i" en ciertas palabras de la lengua turca está causando "serios problemas" en el país.

domingo, 13 de abril de 2008

El Chikichiki

Aún a riesgo de que no leáis la anterior entrada os dejo aquí esta joya!!!

El Corral

La casa que mi abuelo construyó con sus manos y que se mantiene en pie en el pueblo es de planta cuadrangular. Las diversas estancias que la componen se disponen aún, una tras otra, constituyendo los lados de ese cuadrado, en medio del cual se encuentra el corral que era el centro de las actividades laborales que se desarrollaban en la casa por la mañana, antes de ir a trabajar al campo y por la noche, después de volver de él.

La duración de la luz diurna era el reloj que marcaba en qué momento se debía de hacer qué en el corral.

Por la mañana, se enganchaba la mula al carro, al arado o a la segadora (cuando la hubo); en las ardientes tardes de verano dormíamos en hamacas caseras hechas de madera y tela de saco mientras espantábamos las moscas. De vez en cuando se escuchaba el mugido de una de las vacas o las peleas entre los gatos por la mejor posición en el plato de las sobras de la comida. La mula sacaba el hocico por la ventana de su cubículo y resoplaba con sus magníficos ollares dilatados. A veces daba patadas en la puerta para que alguien le pusiera un cubo con agua en la entrada de la cuadra. Entonces, la bestia introducía su enorme cabeza en el pozal y absorbía de un solo trago el contenido íntegro del mismo. Te miraba con sus enormes ojos castaños y volvía a entrar en su pesebre. Siempre me impresionó su docilidad, su disciplina, seguramente porque desconocía que con una simple coz nos hubiera podido matar o dejar tarados de por vida.

En invierno, allí hacíamos la matanza del cerdo. Siempre hacía frío, condición indispensable para la carne se conservara en medio de unas condiciones higiénicas manifiestamente mejorables. También allí se sacrificaban los conejos, las gallinas, los terneros y se colgaban sus cuerpos de la viga principal que sujetaba uno de los tejados a la entrada de la parte trasera del edificio, que era el lugar elegido para guardar la leña, inmediatamente después de “la panera”, que era la estancia en la que se almacenaba el grano en cada cosecha.

Allí jugábamos y nos bañábamos en verano. Alguien sujetaba la manguera y hacía arcos de agua bajo los que pasábamos chillando justo antes de acabar empapados dentro de nuestros bañadores y sandalias de goma. Después nos íbamos al río, ya mojados, a lanzarnos desde los árboles o a intentar pescar peces con una especie de rústico cazamariposas. El fondo del río siempre fue algo misterioso, bonito, plácido. Los cantos rodados, con su musgo verde encima se disponían de un modo (solo) aparentemente anárquico. De vez en cuando, la corriente movía alguno y una pequeña nubecilla de arena enturbiaba el agua a un metro y medio por debajo de la cabeza del observador. Los barbos, las bermejuelas, las bogas se acercaban mucho a los bañistas. Curioseaban entre sus piernas. Raramente me atrevía a mirar con mis gafas subacuáticas a las raíces de los árboles. Aquella era una zona oscura, misteriosa, en la cual posiblemente vivieran seres aún no descritos por la zoología. Nunca, voluntariamente, puse un pie en uno de esos lugares. Los agujeros construidos por las ratas de agua eran grutas de las cuales nunca sabías que podría llegar a salir.

Estas casas siempre tienen dos puertas: las pequeñas, que dan acceso a la vivienda y las grandes, por las que los animales, los aperos de labranza y la gente de confianza salía y entraba de la casa sin llamar. Casi nunca estaban cerradas. De estarlo, la llave se “ocultaba” en la ventana entreabierta del dormitorio de mis abuelos. Antes de estar asfaltada la calle; antes incluso de que hubiera agua corriente en las cuadras de los animales, llevábamos a las vacas a beber a la fuente del pueblo y las gallinas se pasaban el día libres en torno al edificio. El gallinero era un lugar fascinante. Estaba situado justo detrás de la casa. Hecho con materiales sobrantes, puertas minúsculas, armarios viejos que servían como confortable nido de paja en la que las aves depositaban los huevos que íbamos a recoger cada mañana. Entonces, en recompensa, les poníamos pienso y le cambiábamos el agua a los bebederos que casi siempre eran latas de aceite de motor partidas por la mitad. Cuando llegábamos, ellas ya estaban esperando en la puerta para salir a escarbar por los alrededores. Entre cada dos casas, había un “cañal”, un pasillo de a penas un metro de anchura que daba acceso a la parte trasera de las viviendas y servía de evacuación del agua que venía del monte.

En el corral se hacían las fiestas, tomábamos chocolate con churros en la madrugada y se convidaba a pastas a los asistentes a las bodas; Se envasaban las patatas en sacos antes de su venta, se picaban las berzas y las patatas “pochas” para cocer la comida a los cerdos en una gigantesca olla que estaba en la “cocina vieja”. Con el humo generado en esta operación se curaban los embutidos que colgaban de los “varales” hechos con madera de fresno. Allí escurrían los chorizos a salvo de los roedores.

El corral era un universo en sí mismo. Un ser vivo que cambiaba de piel según la época del año, en verano con el remolque lleno de grano de trigo y de gorgojos, en invierno con la remolacha forrajera apilada en algún rincón. Aún sigue allí, agonizando preso de las telas de araña, echando de menos su esplendor perdido. Esperando que alguien, algún día abra de nuevo las puertas grandes y que un rebaño de vacas entre con sus panzas llenas de agua del abrevadero.

martes, 8 de abril de 2008

24 horas y....

Dentro de 24 horas daré un giro bastante radical a mi vida.
A mis 33 años, cambiaré de casa, de trabajo (aunque dentro de la misma empresa), de ciudad, de país, de continente. De todo, menos de calzoncillos (sólo me los cambio cada vez que el cometa Halley se hace visible desde la tierra (y esto ocurrió por última vez en 1986 con una cadencia de 76 años, aproximadamente)). Es decir, que hasta el año 2062, no me toca de nuevo. Lo haré en mi 88 cumpleaños.
Echaré de menos algunas cosas, lo se. Dejaré de ver sufrir por hambre a los peces de mi acuario (se los endosaré a Jordi).
Dejaré de aspirar el hediondo aroma de la ría del Burgo y de tragarme los atascos de Alfonso Molina cada mañana.



Me olvidaré del cielo plomizo de La Coruña, de la humedad que cala las articulaciones y de los temporales de la costa Atlántica.



Me alegraré de no tener que sacar a mi aburrido Coco a pasear cada mañana acompañado por esa fría y deprimente bruma,


...y de no soportar nunca más el continuo viento de la costa Cantábrica que acabar por volverte loco.


De vivir entre este amasijo de hierros y hormigón donde nunca pasa nada.

Donde la gente no sabe vivir, ni divertirse…

Me esfuerzo por ver todo lo negativo de esta tierra para no echarla de menos pero creo que a pesar de ello tendré momentos malos.
Cuando alguna vez mire al mar desde la costa Atlántica de México y vea una luz intermitente en el horizonte pensaré que es la Torre de Hércules que espera mi regreso anclada en las rocas de A Coruña.