martes, 11 de noviembre de 2008

Una inquietante presencia

Salí del cine con cierta indiferencia. Con la sensación gratificante de haber acabado con aquella interminable tarde de sábado pero un poco decepcionado por el prometedor film “Pasiones Privadas en Lugares Públicos”. Bueno, la peli no está mal...ni bien tampoco. Una profundísima producción gabacha de esas que ahondan en las complejas relaciones humanas de los urbanitas impenitentes; en los miedos, en los complejos, en las extravagancias y miserias que todos tenemos dentro en esta sociedad moderna nihilista que nos aliena de manera irremediable… (jijiji)

Pero bueno, esto realmente no es relevante. Unos 25 minutos de caminata a tempo “allegre ma non tropo” (aquella frívola comedia de Colomo de tocadores de trompa (y me refiero al instrumento musical)) separan el Centro Magno de mi humilde y desordenada morada.

Tenía hambre. Como de costumbre, y desoyendo los consejos de los médicos y de todos aquellos que me quieren, no había comido nada al medio día y ya eran casi las 9 de la noche. Pasé por un OXXO a hacer avituallamiento de comida basura camuflada de healthy y seguí caminando. El sándwich no tardó más de 2 minutos en ser engullido. Le siguió la barrita energética que me daba mi dosis de azúcares simples para acabar con la terrible sensación de “meapetecealgodulce”, para terminar con un desconocido brebaje con aroma a manzana reineta plastificada.

A la altura de la Minerva se me cruzó un chucho de esos que frecuentan las calles; de tipín estilizado a fuerza de pasar hambre y correr para evitar las palizas y los coches. Por un instante, su imagen ocupó mi mente. Un pensamiento fugaz me hizo pensar en el bicho en cuestión y prácticamente de forma inconsciente vi que era una perra y que posiblemente tenía sangre de pastor alemán, labrador, chihuahueño y rata de alcantarilla mezclada en misteriosas proporciones. Una de esos originales seres que constituyen en sí mismos un homenaje a la biodiversidad ante las cuales, la variedad de plantas de todo el amazonas no pasan de colección de estudiante de primero de botánica sin demasiada vocación por su carrera.

El caso es que seguí caminando. Me crucé con un coche de policía. No sé por qué tengo tendencia a pensar que la policía siempre me va a parar y me va a detener por aquella vez que robé unos chicles con cinco o seis años en la tienda de Emérita. Supongo que será el atávico complejo de culpabilidad que don Gildo (el cura que me dio la primera comunión) inculcó en todos nosotros.

Noté que alguien me seguía. No era una presencia humana. El pisar parecía más ligero. Cuando se puso a mi altura supe que era la perra que había visto en la Minerva. Siguieron pasando los minutos, y el animalito me rondaba. Varias hipótesis circularon mi primitivo cerebro; desde la que señalaba que el animalito tenía hambre y buscaba un lugar oscuro para atacarme y devorarme; hasta la que presuponía que dentro de aquel enigmático ser habitaba el alma de alguien que me conoció en otra vida e intentaba comunicarme algo.

Me empecé a poner nervioso. Ya no llevaba nada en las manos por lo que no acaba de entender por qué resultaba atractivo para el bichito en cuestión. Me crucé con bastante gente, pero el can seguía a mi lado. En muchos momentos a mi vera, como si lo llevara atado por una corta correa imaginaria. A unos metros de distancia descubrí ante mí unas bolsas de basura y en cierto sentido, me tranquilicé. Pensé que mi compañera de viaje se quedaría olisqueándolas o quizá rompiendo alguna porque al fin y al cabo, algo comestible tendría que haber allí. Ella se adelantó unos metros. Olfateo los mugrosos plásticos y al pasar a su lado me siguió como si ya, definitivamente, me hubiera adoptado. Aquello ya no podía ser una casualidad. Comencé a repasar mi comportamiento en los últimos minutos para ver si con alguno de mis actos, inconscientemente podría haber establecido ese nexo de unión. (la salchicha que le compré en Dogos Meño pudo tener algo que ver? No creo…lo descarté de inmediato). No, en serio. No le había hecho ni el más mínimo gesto de aproximación o amistad. Me había pasado justo lo que me ocurre con los tipos raritos en los antros nocturnos; se me pegan sin que exista relación causa efecto que lo justifique.

Llegamos a la glorieta que hay delante de la Galería del Calzado. Es una gran glorieta, de tráfico intenso. Por un lado, pensé que el animal tendría la experiencia suficiente como para no ser atropellado. Por otro, que después de aquel obstáculo, sería fácil “quitármelo de encima”.

Crucé la primera carretera y ella me siguió con habilidad. No iba a ser tan fácil quitármela de encima. Sólo quedaba otra calle para llegar a Juan Palomar y Arias. El semáforo estaba verde para los automóviles así que me detuve. Por supuesto, mi “sombra canina” se paró a mi lado y cuando todos los automóviles hubieron pasado, cruzamos los dos en paralelo.

Los últimos 500 metros de mi recorrido fueron aún más íntimos. La perra se colocó a mi derecha, a unos 30 centímetros de mi cuerpo. Me crucé con dos guardias de seguridad privada y les miré con cara de “no es mía”, aunque inmediatamente pensé que no tenía por qué dar explicaciones.

Durante estos últimos metros pensé en diversas posibilidades. ¿Subirla a casa y adoptarla? Si, pero ¿quién iba a cuidarla en mis múltiples viajes?. Pensé que quizá se quedaría en el portal y podría alimentarla todos los días aunque viviera en la calle…

Finalmente, justo antes de llegar a mi casa, hice un quiebro traicionero y ruín y me metí en Farmacias Benavides.

No entró conmigo.

Cuando salí, ya no estaba.

Por un lado, me sentí aliviado. Por otro, pensé que una gran oportunidad había sido desperdiciada.


Y....hablando de perros.....


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez si... tal vez no!!! quien sabe si era una cuenta pendiente de vidas anteriores.... a lo mejor lo era luissss... pero bueno a lo hecho pecho... jajajaja.. como me reí con lo de la policia... no se te quitan de la cabeza las lecciones de Don Gildo.... es increible las cosas que llevamos arraigadas en nuestro ser desde que somos pequeños!!!

El sábado fue un día bastante curioso...

Y al final no nos contaste como te terminó de ir en Colombia??? que viste de interesante a parte del frio que pasaste... jejejeje..

Ya contaras...

Annabel dijo...

Luiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiis!!!!!!!!:D:D:D:D:D:D:D:D:D:D:D

No leí no leí, en la noche lo hago.

Mil besos.

Isabel Sira dijo...

No puedo ver el vídeo aquí... El texto me ha encantado, a pesar del regusto triste. A mí me dan miedo los perros, pero esos como el que describes, que te miran con esos ojos... Me resulta extraño que no acabaras adoptándola.
Besos

Anónimo dijo...

¿Sabes lo que pasa? Que echas de menos a Coquito...

Justo encima de donde compro ahora el pan hay un westie mirando siempre por la ventana, creo que yo lo miro más que el a mi cuando paso por allí...

LUIS TORRES dijo...

Hey hola compañero blogger.. si vi diarios de motocicletas.. buena pelicula, buena musica..buenas actuaciones... y lo de los españoles? pues.. ya sabes no?

se ve ke lees a la pinche vieja,,

te comento ke tengo otros dos blog..en el blog de frayjodas donde te metiste estan los links para los otros..

saludos..me pongo a leer tu blog a ver ke te traes...

Gaby dijo...

Aaaaaaa que penita me a dado la pobre perrita, de seguro se dio cuenta que eras una persona que ama a los animales y pensó podria tener un hogar contigo... Ahora debe de estar se muriendo de hambre, frio y soledad. :(








Que.... ¿Te hice sentir mal?.

jajajajajaja (lo siento no me pude resistir).

Y la canción me a gustado... pero no entiendo que tiene que ver con perros. ;D