martes, 20 de mayo de 2008

Que te vaya muy bien...

No había teléfonos móviles así que, durante todo el mes de julio seguíamos el recorrido de la cosechadora por el monte para saber a qué hora teníamos que estar preparados para subir con nuestro viejo y destartalado tractor Ebro rojo a recoger el centeno. El lapso de tiempo entre la madurez de las espigas y las primeras tormentas de verano era muy corto por lo que se cosechaba casi durante las veinticuatro horas del día. En ocasiones teníamos que ir a las fincas de noche. Siempre sacábamos el remolque a mano aprovechando el desnivel del portal de la casa. Girábamos su lanza para dejarlo orientado en la posición adecuaba. Entonces mi abuelo arrancaba el tractor y atravesaba las puertas grandes del corral marcha atrás dejando sólo un par de dedos de holgura a cada lado de las enormes ruedas. Después, se colocaba ante el remolque y retrocedía con cuidado. Cuando estaba a un par de metros, yo levantaba la lanza con todas mis fuerzas y él se aproximaba cuidadosamente hasta que ambos elementos, tractor y remolque, pudieran conectarse. Entonces, yo me iba corriendo a cerrar las puertas por la que habíamos salido y de un salto me encaramaba al pescante. Atravesábamos el pueblo a toda velocidad. Ascendíamos por la cuesta que hay junto al campo de fútbol y pasábamos junto a la majada y la fuente de la cuesta. Los mastines y careas salían a nuestro paso ladrando y mostrando los dientes de forma furiosa. No importaba. En aquellos momentos éramos invulnerables. Justo con el fin de los ladridos, se acababan también las luces del pueblo. Nos adentrábamos en la oscuridad del campo abierto. En ocasiones, liebres y conejos salían a nuestro paso y quedaban aturdidas por las luces. Entonces, mi excitación aumentaba y me sentía como un reportero del National Geographic en una expedición en medio de la sabanah africana. Al llegar a la finca apagábamos los motores y esperábamos en silencio. Yo me tumbaba en el fondo del remolque y miraba al cielo. Nunca he vuelto a ver un cielo tan bonito. Algunas noches veía tantas estrellas fugaces que se me acababan los deseos. “Un deseo por cada estrella fugaz”; ese era el trato. Ahora se que en realidad no veía tantas estrellas sino que tenía pocos deseos.

A lo lejos se veía el pueblo y se oía la cosechadora acercándose. El ingenio mecánico entraba en la finca y la iluminaba casi por completo. Poco a poco iba digiriendo el cereal, llenando su panza con el grano y dejando hileras paralelas de paja trillada. Al final, lo vomitaba todo en el remolque en el que yo me subía para ir distribuyendo el centeno hacia las esquinas para evitar que rebosara por alguno de los laterales. El grano aún estaba caliente y lleno de insectos que saltaban a mi alrededor.

Hace un par de meses yo estaba en un hospital con mi abuelo. Lo acabábamos de acostar. Lo habían ingresado después de una fuerte crisis de salud y en un par de días yo venía para México. Cuando me despedí de él, le di un beso en la frente. Él me miró tranquilo y me dijo “que te vaya muy bien”. Aquella fue la primera vez que lo vi. Ahora se que aquel deseo se extendía más allá de unas cuantos días. Era su forma de despedirse para siempre.

El domingo pasado yo estaba en Minneapolis. Como cada domingo, llamé a casa de mis padres. Me dieron la terrible noticia y se me hizo un nudo en la garganta. No pude seguir hablando. Mi abuela me dijo que llorara y que no preocupara. Que había estado con él y que mi abuelo había muerto “tranquilo”.

Me sentí mal por no haber estado más cerca. De él me quedan todos los momentos únicos que vivimos...como aquellas noches de verano en las que subíamos a asustar a las liebres con nuestro ruidoso tractor rojo.

13 comentarios:

Nils dijo...

Luis, lo siento mucho. Un fuerte abrazo desde Madrid.

Anónimo dijo...

¡Que maravilla haber vivido tan buenos momentos! Eso te mantendrá siempre unido a tu buen abuelo y te hará feliz su recuerdo. Un fuerte abrazo.
Anónimo II

-- dijo...

Pues Luis, cuanto
lo siento, ahora si
no queda más que ponerle
todas las ganas y
recordar todo lo padre
que lo pasaste con él,
un fuerte abrazo y
mucho ánimo!!

querida_enemiga dijo...

Lo siento mucho. Te mando un besazo y muchos ánimos.

Hace dos años (casi tres) que yo perdí a mi abuela, y bueno... lo bonito es que con los meses, esa pena se transforma, y verás como siempre que pienses en él, lo haces con una sonrisa, con la seguridad de que sigues teniéndole cercano a tí.

Luis dijo...

Gracias a todos amiguitos. La muerte es parte inherente de la vida. Es sólo la parte que cierra el ciclo. Claro que si. A disfrutar de lo que nos queda y honrar la memoria de los que se fueron. Un abrazo a todos.

Chuspi dijo...

Jo Lu....qué puedo decirte yo que no sepas al respecto ???

Un cálido abrazo, un becho mu grande y procura desahogar todo lo que el cuerpo te pida.

Poco a poco.....pasará...

Anónimo dijo...

Ahora se que en realidad no veía tantas estrellas sino que tenía pocos deseos.

Anda tu, ¿Pocos deseos?

¡Adelante!, que mejor que una historia para recordar a un ser amado, te mando un fuerte abrazo.

Rebilated dijo...

Gran relato.

Lo siento mucho, Luis, perder a alguien con quien has pasado tan buenos momentos es jodido... muy jodido.

Ahora tan solo te queda recordar las últimas palabras que te dirigió y esforzarte para que así sea.

Un abrazo.

Luis dijo...

Gracias maj@s!

Akroon dijo...

Lo siento... de verdad.

Nunca sé qué decir en estas situaciones, así que normalmente me dedico a expresarlo con lo único que me sale: abrazar y tomar la mano fuerte.

Aquí sólo hay palabras, y nunca me salen. Así que, imagina un abrazo y una mano que agarra la tuya.

Ōkami dijo...

Enhorabuena por el viejo, ya ha superado la prueba que es vivir!!

usted a echar pa'lante que todavía le falta mucho por hacer antes de superar esta prueba. Animo!

Lovely dijo...

Hola guapo! Tienes la suerte de conservar preciosos recuerdos de tus experiencias compatidas con tu abuelo.
Me sigue encantando cómo describes tus recuerdos, con qué realismo . Y lo de que no eran muchas estrellas fugaces, sino pocos deseos.... qué identificada me siento con eso ahora yo también!

Un abrazo y un beso, y piensa que tu abuelo seguirá vivo mientras exista alguien que lo recuerde!

Isabel Sira dijo...

Lo siento. Un gran abrazo.