jueves, 27 de marzo de 2008

Vuelo 6241

La parejita en cuestión se abrazaba a su lado. Se regalaban empalagosas palabras, tiernas e interminables caricias. Él se sentía incómodo tan cerca de ellos. Deseó que apareciera un septo; un tabique que los separara herméticamente de su cuerpo, que cegara su visión panorámica. Prefirió mirar hacia su derecha al tipo que se encontraba en el asiento 10J. Leía un libro en italiano y era feo “de cojones”. Su cara, alargada como un pepino, como un condón XXL, dividida por un fino bigotito que recordaba a una babosa desnutrida; zapatillas deportivas blancas y camisa de rayas. Su pelo era un “no pelo”. Al ver aquello decidió que si algún día su apéndice cefálico se encontrara coronado por tan ridícula pelusa se sometería a quimioterapia para quedarse tan calvo como un Chupachups de cola. Reflexionó sobre las calvas, sobre su brillo céreo. ¿Se la pulirán con una mopa cada mañana?

Volvió la vista a su izquierda. Los enamorados se habían tranquilizado. Ya no se daban la mano, y estoy hizo que se sintiera mejor. De todos modos, hasta eso le incomodaba un poco y deseó tener un chuchillo chino de los de la Teletienda para terminar con aquello de una puta vez. Se sintió mejor pensando que dentro de poco la inseguridad comenzaría entre ellos; que la rutina acabaría con todo y que nuevas personas se cruzarían en sus vidas y entonces él habría triunfado.

Tres filas al frente se encontraba el paraíso, la Clase Preferente. En una ocasión probó las mieles del triunfo. En el paraíso tienes una butaca que te da masajes, te sirven zumo de naranja ad limitum y te puedes poner impertinente con las azafatas.

Pero volvió a la realidad. Sabía que su pequeño negocio de exportación de bastoncillos higiénicos nunca daría para aquellos dispendios y deseó haber elegido mejor; haberse hecho productor de David Bisbal y no haber comprado los derechos de distribución de las películas de Joselito.

Sintió ganas de llegar a casa pero se dio cuenta de que nadie le esperaba y tuvo el repentino impulso de asesinar a la pareja que se encontraba a su lado, al italiano del asiento 10J con bigotillo de dictador centroamericano; de secuestrar el avión, de estrellarlo contra algún edificio público lleno de niños; de liarse a ostias con toda la tripulación hasta que lo redujeran y con suerte, ser linchado en pleno vuelo.

Le dolían las rodillas. Ya llevaban más de cuatro horas allí. Casi todos se habían dormidos. Sólo el niño que tenía detrás , que no dejaba de pedir agua a la madre que lo parió, seguía haciendo ruido. Seguramente esa madre (junto con su padre , si estuviera identificado) sería la culpable del comportamiento insoportable de su cría. Recordó a Herodes y decidió que la historia había sido injusta con aquel gran hombre.

Llegaron las turbulencias. El piloto recomendó ponerse los cinturones de seguridad pero él, que lo llevaba puesto desde el inicio del vuelo, se liberó del mismo de una manera exageradamente ruidosa en un claro desafío a la tripulación. Quería estamparse contra el techo, hacerse una brecha, sangrar por la nariz y empapar con su sangre a los dos enamorados que estaban acurrucados a su izquierda.

Pusieron una película. Aprovechando la penumbra el italiano fascistoide se rascó las pelotas. La enamorada se levantó y tuvo la oportunidad para recrearse con el personaje que ocupaba el 10D. Vestía pantalones vaqueros color azul marino, una camiseta sin mangas de muy mal gusto que mostraba su tórax de horangutana lactante. ¿Es posible tener celulitis alrededor de los pezones? La respuesta es SI. Si hubiera tenido la capacidad de sentir lástima por alguien, aquel eslabón perdido de la evolución humana hubiera sido un serio candidato.

Seis horas de vuelo. Sergi Arola prepara un plato en la tele. Una torta de “Chatarelas”. Por supuesto, nada que ver con lo que habían servido para cenar en la clase turista por lo cual le deseó a Sergi que se metiera la vitrocerámica en la que desenvolvía su invento por el recto y siguió a lo suyo. (pensar cómo acabaría el italiano con la infestación de ladillas).

Siete horas. Empezaba a estar más que cansado de todo aquello. Quería llegar. Irse a cenar de verdad y después suicidarse.

11 comentarios:

Ana dijo...

Jesus!!!!

Solo me sale una frase de mi entrada de hoy

Prefería sentir rabia antes que estar triste, destilar rencor, antes que reconocer el tamaño de su desconsuelo.

¿Suicidio? ... Mejor Actividad... toda la necesaria para que salga la pena penita pena o para compensarla o para anestesiarla ...

BESOS.

Gaby dijo...

Vaya, este es el relato más triste que he leido sobre un viaje en avión (sin tomar en cuenta los que terminan en choque o explosión).
Yo también en algunas ocasiones he pensado que Herodes era en verdad un buen tipo. ;P

Ōkami dijo...

suicidio, a todos nos ha pasado por la cabeza, es nuestro lado emo!

-- dijo...

Me gusto esta entrada,
no sé por qué a algunos
se les hizo triste,
pero a mi me han tocado
viajes en los que sólo
desearía no exisitir para
estar allí...
Así que bueno, no hay
más que decir, otro buenísimo
relato!!

Luis dijo...

Hola a todos, estoy de acuerdo con Kathy, no sé por qué os lo habéis tomado por la tremenda...espara incluso que os riérais un poquito, a pesar del final que realmente no es un final feliz...(el tipo tampoco se iba a suicidar (era demasiado mezquino)).

Limbo Negro dijo...

Suicidarse sin haber cenado antes es pecado, no sé si lo sabes.

Unknown dijo...

Pues si, porque a mi en general me ha hecho gracia... muy bien escrita, señor don Luis¡¡¡.

Ana dijo...

Uyyyyyyyyyyy andamos con el humor torcido neno!!! jajajajajajajajaja. No había pillao humor solo mala leche!!! (iba a decir que contenida ... pero noooo).

Beso.

Anónimo dijo...

Psssss.... el género negro o gore (¿se llama así?)no me gusta na, que quieres que te diga.
Esto que fue ¿locura temporal transitoria????
Un abrazo.
Anónimo II.

Lovely dijo...

jajajajja apues a mí me ha encantado el relato y me ha hecho reír de verdad!!! Y mira que me hace falta a mí reírme en estos momentos en los que no le encuentro la puñetera gracia a nada.
Ay, ésa parejita! El amor es un asco. Sobre todo cuando uno lo pierde.

Isabel Sira dijo...

Jo, qué duro. Destila rabia, rabia y rabia... Jo.
Pero muy bien escrito.