sábado, 28 de julio de 2007

Como un Explorador (J. Sabina)

Después de tanto tiempo al fin te has ido y,
en vez de lamentarme,
he decidido tomármelo con calma.

De par en par he abierto los balcones,
he sacudido el polvo
a todos los rincones de mi alma.

Me he dicho que la vida no es un valle de lágrimas...
y he salido a la calle como un explorador.

He vuelto a tropezar con el pasado y he pedido,
en el bar de mis pecados, otra copa de ron.

Y en otros ojos me olvidé de tu mirada
y en otros labios despisté a la madrugada
y en otro pelo me curé del desconsuelo
que empapaba mi almohada.

Y en otros puertos he atracado mi velero
y en otros cuartos he colgado mi sombrero,
y una mañana comprendí que aveces gana
el que pierde a una mujer.

Con el cartel de libre en la solapa
he vuelto a ser un guapo
entre las guapas chulapas de Madrid,
sólo me pongo triste cuando alguno,
en el momento más inoportuno,
me pregunta por ti.

Y en otros ojos me olvidé de tu mirada
y en otros labios despisté a la madrugada
y en otro pelo me curé del desconsuelo
que empapaba mi almohada.

Y en otros puertos he atracado mi velero
y en otros cuartos he colgado mi sombrero,
y una mañana comprendí que aveces gana
el que pierde a una mujer.


miércoles, 18 de julio de 2007

Recuerdos de la Radio

Pincha, y después lee!




Recuerdo a mi madre cosiendo en la cocina de nuestro piso en Benavente. Yo volvía del colegio, tiraba la cartera en el suelo de la entrada y hacía un reconocimiento rápido por la vivienda antes de irme a la calle a maltratar animales, tirar piedras o jugar al toro enmaromado con una cuerda, unos cuernos de vaca unidos con cinta aislante y una marabunta de ruidosos mocosos. De aquella época prehistórica en la que los de octavo de EGB parecían estar a punto de entrar en la edad adulta recuerdo pocas cosas: un enorme cielo azul lleno de nubes blancas, la “uralita” verde traslucida del patio de luces de terrazo rojo, los cardos borriqueros a la orilla del sendero que conducía a la escuela, los dientes picados de Miguelín mordiendo una pila de galletas adheridas con margarina y la sintonía del consultorio de Elena Francis que sonaba en aquellas tardes de brillante bóveda celeste para llevar consejos sentimentales a las amas de casa de finales de los setenta.

Mi primer contacto con la radio fue a través de aquel viejo receptor Vanguard que mis padres aún conservan (pero que no funciona) que sólo tenía onda media y onda corta. Yo debía de tener unos 6 ó 7 años cuando comencé a interaccionar con aquel ingenio que me abrió una gran ventana al mundo.

Tengo en la memoria estampas nítidas que se alternan irregularmente con períodos de oscuridad…puedo describir momentos, escenas concretas que marcaron mi vida para siempre.

Estábamos en un barrio complicado en el que ser pequeño no era fácil así que éramos advertidos continuamente por nuestros progenitores del peligro que corríamos y vivíamos instalados en el miedo, la verdad. Aquella noche nos acostaron tarde. Papá y mamá se iban al cine así que cerraron la puerta tras de sí y salieron. Tengo muy fresca en la memoria aquella sensación de inseguridad que en varias ocasiones he sentido a lo largo de mi vida. Cuando nos quedamos solos me fui a la cocina y saqué del cajón de los cubiertos una pequeña navaja. La llevé a la habitación y la coloqué sobre la mesilla. En el fondo, y a pesar de ser tan pequeño supongo que esperé a que mis padres se fueran para hacer aquello porque seguramente ya contaba con cierto sentido del ridículo y , aunque me sentía más seguro con mi arma blanca durmiendo a mi vera, era consciente de mis limitaciones de niño de corta edad ante la eventual entrada de un intruso. Por aquella época, ya me había acostumbrado al ronroneo de la Vanguard en mi oído. La oferta radiofónica no era muy amplia…no recuerdo cuál exactamente pero si que se que casi siempre acababa escuchando cantos musulmanes que surgían como un mantra a través del altavoz desde algún exótico lugar del norte de áfrica . Tengo en mis neuronas grabada la surrealista imagen de un payaso que colgaba en un cuadro de marco blanco en combinación con aquella singular banda sonora. Lo que me tranquilizaba, en el fondo, era no escuchar el silencio y ahora que lo pienso creo que lo que me asustaba no era realmente el silencio sino la posibilidad de que éste se rompiera con algún sonido provocado por la invasión de un intruso, un fantasma o algún ser sobrenatural. Es algo similar a lo que me sigue ocurriendo al mirar desde la cama por la ventana en la noche. No puedo mantener la mirada mucho tiempo en cuanto comienzo a pensar que una cara pálida puede asomarse lentamente tras el cristal mirando hacia el interior de la habitación y clavando sus ojos directamente en mi. Aún me sigue produciendo pavor esa posibilidad y un escalofrío recorre mi espalda ahora mismo, sólamente con pensarlo.
Estaba casi dormido, pero algo me sobresaltó. Escuché con atención. Eran pisadas. Pisadas sobre el tejadillo de “uralita” verde traslúcida de nuestro patio. De ahí a nuestra habitación, solo unos metros. La respiración se me aceleró y en lugar de empuñar mi navaja me metí bajo las sábanas deseando que todo fuera un sueño. Desgraciadamente, no fue así y seguía escuchando aquel sonido amenazante. De repente, la puerta de casa se abrió. Estaba muy asustado…llamé a mi hermana. Sin duda habían entrado a robar. La luz de la entrada se encendió. Desde la habitación podía verse el resplandor llegando a través del pasillo. Se oyó una voz fuerte “¿quién anda ahí?”- Respiré aliviado al identificar que se trataba de mi padre que acababa de llegar del cine. Éste se fue corriendo al patio y los pasos que antes se oían cuidadosos incrementaron su frecuencia e intensidad de manera automática. Saltaron al patio y sentí como el forjado bajo el terrazo rojo vibró por dos veces. A partir de ahí los ruidos cesaron.
Lo siguiente que recuerdo es a mi padre, con un cuchillo en la mano amenazando hacia el lugar por el que habían escapado los atracadores. Yo lo observaba a través de las rendijas de las persianas… mucho más tranquilo porque estaba seguro que ninguna banda de atracadores podría jamás con mi padre!
Mientras tanto, los cánticos musulmanes seguían sonando y el macabro payaso encerrado en su marco blanco, lo vigilaba todo ampliando un poco su inquietante sonrisa”

La radio desde entonces ha sido mi compañera de fatigas, mi fuente de conocimiento, la formadora de mis ideales, la estimuladora de mis fantasías….siempre he escuchado de todo y no entiendo como los demás pierden esa oportunidad de aprender, de sentir y disfrutar que se ofrece gratuitamente a través de este medio.

"La saga de los Porretas", los fines de semana por la mañana me recuerdan el sencillo placer de despertarme un domingo, subir poquito la persiana y que los primeros rayos del sol incidieran sobre mi cama.

“Nocturno”, un programa que combinaba música new age y poesía en la madrugada de los días de diario. Escondía una pequeña radio que tenía bajo las sábanas para escucharla hasta que me dormía… “Polvo de estrellas” que hacía Carlos Pumares antes de arrastrarse por los platós de crónicas marcianas, “La rosa de los vientos” y “Hablar por hablar” que aún siguen en antena; “La Radio de Julia”, que me enseñó a pensar..."Gomaespuma" con los que tanto me he reido. Los concursos de emisora locales en los que siempre ganaba algo…. Unas entradas para el cine, una caja de galletas, una camiseta, un single de ojalá de silvio Rodríguez, una guitarra firmada por BB King, un karaoke…. “Los diez de tu vida” un programa que hacía Abellán los sábados por la tarde en el que leía cartas de los oyentes con música de Kenni G y cada uno aportaba los 10 temas musicales más importantes en su experiencia vital; “Hacia el 2000” a la hora de comer en el piso compartido de la calle Sancho Ordóñez de León en nuestra época de estudiantes; “Protagonistas”, con Luis del Olmo formando la opinión de los españoles; “En tu casa o en la mía”, que nos enseñaba sexo en los 40 Principales. Las canciones de radio fórmula que han sido y serán la banda sonora de nuestra vida. Incluso llegué a colaborar en un programa a nivel gallego.

La felicidad tiene que ser algo muy parecido a un infinito paseo participando de alguno de los múltiples momentos mágicos que se producen en un programa de radio. Nunca jamás, la televisión, en ninguno de sus programas ha logrado ese grado de complicidad entre el locutor y el oyente. Esa comunión perfecta que provoca emociones a raudales y que la gente abra su alma en canal ante todo una ciudad, una región, un país…el mundo.

Hacer radio, es una labor humanitaria. Es repartir felicidad.

Espero que la radio nunca muera o de lo contrario morir yo antes que ella. Algo así debe de ser el amor verdadero.

La Virtud está en el Punto Medio

Esto lo dijo Descartes (creo que fue en el Discurso del Método) y aparentemente tiene mucho sentido. El problema radica en la definición del concepto “punto medio”.

Recientemente, he tenido experiencias dolorosas que me han hecho cuestionarme si por ejemplo la empatía es una virtud o un defecto. Seguramente, y volviendo al título de este ejercicio mental, no sea ni una cosa ni la otra, sino que depende del nivel de empatía en el que te muevas. Como siempre, “el veneno está en la dosis”.

He conocido por desgracia a determinadas personas cuyo nivel de comprensión de los problemas de los otros es inexistente. Esto les hace grandes supervivientes y siempre son capaces de justificar sus actitudes de autoprotección y egoísmo mediante mecanismos defensivos que se establecen automáticamente ante cualquier amenaza externa que pueda poner en peligro su bienestar. Estas personas son incapaces de renunciar a nada por cuestiones de orgullo o vergüenza torera. Lo primero es su interés, su placer, su vida. A continuación quizá puedan considerar en el mejor de los casos otros aspectos de importancia menor como el daño que puedan causar a los otros, la justicia de sus actos o si han cumplido con su deber.

No voy a justificarlos pero a raíz de analizar el comportamiento (muy de cerca) de alguno de estos seres, uno llega a la conclusión de que realmente son víctimas de sus sólidos principios (in)morales. Quizá no sean seres mezquinos. Solamente son lo que son porque no pueden ser de otra forma y no pueden serlo, porque no saben. Nadie les ha enseñado a plantearse que entre las posibles opciones que todos tenemos, no sólo hay que seleccionar la más ventajosa para satisfacer nuestros deseos sino aquella con un mejor compromiso beneficio / ético. Desgraciadamente, cuando uno llega a determinada edad ya es muy difícil cambiar las pautas de comportamiento:
Una vez tuve un perro al que bautizamos Flipper en honor a aquel delfín televisivo del que guardo vagos y difusos recuerdos. Flipper llegó ya adulto a casa. Era un perro fuerte, de la raza…ummm, ”ratonera”, según mi padre que no se un prestigioso etnólogo canino pero si un buen padre. Era un perro decente, cariñoso, vivaracho, activo gracias al vigor híbrido del cocktail de mil sangres de perros callejeros que corría por sus venas. Flipper tenía un defecto…en cuanto salía al campo disfrutaba embadurnándose el cuello en cualquier tipo de excremento que se encontraba. Nunca supimos explicar aquella costumbre y tampoco pudimos obligarle a que persistiera de su actitud.”

Exactamente lo mismo le pasa a la gente cuando pasa cierta edad… hay hábitos como el de ser unos egoístas hijos de puta, que ya no son modificables sin la utilización combinada de altas dosis de medicación, sesiones espirititas y electroshocks.

Este hecho puede generar circunstancias muy duras para las personas que comparten espacio vital con este tipo de seres. Ante un conflicto, ellos jamás pierden y si el conflicto se genera con alguien excesivamente comprensivo para con ellos, se pueden llegar a dar situaciones que vistas desde fuera resultan incomprensibles para el común de los mortales a partir la observación de las cuales, el alambique de la cultura popular ha destilado licores verbales como “ser puta y poner la cama” o “cornudo y apaleado” (para definir al ser débil que en la relación con estos salvajes ha resultado humillado, destrozado y “porculizado” sistemáticamente).

Por otro lado, este perfil psicológico carente de la capacidad para ponerse en el lugar del otro presenta desventajas relacionadas con determinadas habilidades sociales para las cuales se requiere cierto nivel de comprensión de los problemas de los demás. Me atrevería incluso a decir que toda relación interpersonal llega a establecerse bajo un esquema de intereses en el cual este ser monstruoso solamente utiliza a sus “amigos / parejas” mientras estas satisfacen íntegramente sus necesidades llegando después a destruirlas si esto es necesario para el cumplimiento de sus deseos inminentes. Nunca se debe esperar en ese caso, ningún tipo de arrepentimiento por parte del agresor que tendrá la capacidad en todo momento, de justificar sus acciones, por más cruentas que estas sean, en base a sus razonamientos internos de autoprotección.

En el lado opuesto de la distribución normal propia de todo carácter de tipo biológico tenemos al ser excesivamente comprensivo y blando que justificará en todo momento las acciones de los demás en detrimento de sus propios intereses y necesidades. Una persona que llegará a renunciar a sus necesidades básicas, que justificará cualquier cosa con el fin de evitar un enfrentamiento puesto que le falta la fuerza de la convicción para la lucha.

Después de todo esto, a mi no me queda tan claro que la virtud esté en el medio. Desgraciadamente para los blandos (a los que sin duda me aproximo más), la sociedad actual se sigue rigiendo por las reglas de la jungla. En la jungla, el más fuerte se come al débil aunque afortunadamente, aún hay algo que nos diferencia (menos de los que muchos piensan) de los animales. Los blandos–empáticos– comprensivos tenemos el consuelo de sentirnos quizá moralmente vencedores. El problema es que sin fe en que otra vida mejor es posible, se hace difícil la resistencia a los golpes de los hijos de puta que se aprovechan de nosotros.

Desde el ámbito mental que tiende a comprenderlo todo, tendremos que esforzarnos en endurecer un poquito nuestra coraza para no ser presa fácil de los que han vampirizado nuestra energía, nuestro esfuerzo y, sobre todo, nuestra confianza y que nunca se preguntarán sobre lo bien o lo mal que han actuado.

Desde el gabinete psicológico de la chaquetina envío un fuerte abrazo a los que de vez en cuando se plantean si alguna vez han podido meter la pata y les felicito por poseer aún un gramo de decencia.


domingo, 15 de julio de 2007

Aunque tu no lo sepas

Recuerdo aquella noche en el programa "El 7º de Caballería", creo que fué una actuación mágica y una canción genial que pasó casi inarvertida...así tendrían que ser todos los programas musicales...actuaciones en directo, pero se ve que son más caras o los artistas unos cobardes..en fin, ahi esta el vídeo.



Espero que la disfrutéis....dedicada a los enamorados no correspondidos..

sábado, 14 de julio de 2007

How to save a life

Bueno, pues siguiendo mi línea de ir dejando perlas musicales que voy encontrando aqui queda esto. Es pelín comercial de más, pero...me gusta. Espero que lo disfrutéis...

miércoles, 11 de julio de 2007

¿Chinito o Japonesito?

A pesar de la globalización, aún existen diferencias culturales de importancia entre los países. Cada vez que tengo que acompañar a algún mexicano a visitar empresas en España sufro mucho a causa de esas diferencias.
Mi último infierno particular comenzó el domingo por la mañana. Sabía que Efraín venía a nuestro país y me pidió que le organizara un tour para conocer algunas explotaciones y empresas representativas del sector porcino “por acá”. Consciente de que dar una buena imagen en este viaje era una cuestión importante para que este cliente me tuviera en cuenta para sus futuros planes de crecimiento, preparé concienzudamente un recorrido de 2 intensos días por Aragón y Cataluña.
El domingo, me puse en contacto con él para acordar nuestro encuentro el lunes por la mañana. Yo dormía en León, así que tenía que madrugar bastante para estar sobre las 11 de la mañana a más tardar en Zaragoza. Definimos que ese sería el punto de encuentro. En un momento se me pasó por la cabeza que si este hombre estaba en España, quizá estuviera acompañado por alguien y que tendría que contar con ello. En efecto, lo estaba: por su mujer y sus cuatro hijos localizados en un arco de edades entre los 15 y los 4 años de edad!!!!

Eso en realidad, no era malo del todo puesto que supuse que obviamente los niños no iban a entrar en las granjas ni estar en las conversaciones de negocios con los empresarios españoles así que lo máximo que podrían hacer era reducir los tiempos de visitas profesionales y aumentar las actividades “turísticas”…. Bueno, eso pensaba mi mitad optimista. Pero, siempre tengo una zona de mi cerebro que tiende a posicionarse en el peor de los escenarios posibles así que pregunté inocentemente….

- Pero los niños no entran en las granjas, no?

Ante lo cual, la respuesta fue:

- Pues claro mi gallo! Quiero que estén en todo, el negocio va a ser para ellos! Tienen que aprenderlo todo!

Total, que aquella noche de domingo, ya no dormí bien del todo pensando en lo que me esperaba al día siguiente.

Como decía habíamos quedado en la estación de servicio de Sobradiel, unos 20 km antes de llegar a Zaragoza, sobre las 11 a.m. Salí de casa a las 5 y media de la madrugada, con lo cual, a las 10 y media estaba en el punto de destino con tiempo de sobra para hacer frente a posibles imprevistos y realizar algunas gestiones telefónicas necesarias para ponerme un poco al día de lo ocurrido en nuestra empresa en mi ausencia.
Uno, a veces sabe de antemano como van a ser las cosas pero por cobardía, por miedo a no afrontar la realidad, se engaña a si mismo soñando que los acontecimientos pueden seguir otro curso. Desgraciadamente, las sospechas fundadas suelen serlo porque tienen una probabilidad mayor de cumplirse que los sueños, ilusiones o milagros y en este caso, la sospecha era que llegarían tarde mientras que el sueño o milagro consistía en que aparecieran a tiempo. Digamos que el milagro no se cumplió por “sólo” una despreciable hora y media de nada.


Me empecé a poner nerviosito puesto que ya me habían advertido un ultimátum con límite a las 4 de la tarde para nuestra segunda cita.

Hicimos la primera visita a toda velocidad y me los llevé a comer un menú “Express” a una gasolinera antes de la visita a la segunda granja. La cara de los responsables de la explotación al verme llegar con los “tele tubbies” era todo un poema dramático. Intenté disculparme ante ellos por la organización de aquella excursión escolar y más o menos salimos airosos del envite.

La última cita era con un personaje muy peculiar que, viendo el espectáculo lamentable que presenté ante sus ojos acabó decidiendo no llevarnos a ver cerdos sino caballos y poneys que tenía en una finca cercana al punto de encuentro. Tras la visita al safari park y con la euforia de los pequeños salvajes a niveles máximos nos dirigimos a Zaragoza intentando llegar a ver a la Virgen del Pilar (objetivo muy alejado de mis planes iniciales pero prioridad absoluta para la esposa de mi cliente!). Por suerte, llegamos después de las 10 de la noche y tras tirar las maletas en el hotel salimos a cenar.

Mientras esperábamos en la recepción. A mi cliente le entró un ataque de sociabilidad y le dio por empezar a saludar a todo el mundo que pasaba. Para ejemplo un botón.

Del restaurante del hotel salía una señora de unos 70 años con el pelillo cardado y esos colores galácticos que les ponen ahora a las viejas entre azul cantábrico y morado lombarda metalizado.

- “Señora, es usted muy bella”- le suelta el interfecto.

La señora esbozó una tímida y desorientada sonrisa.

- “Le digo que está usted muy guapa señora. ¿Entiende lo que es guapa?”

Debido a lo cual la anciana empezó a mosquearse arrugó el morro, apretó el culo y entró en el ascensor indignada rumbo a su habitación.

Efraín se quedó desconcertado. Yo…oía, veía y callaba muerto de vergüenza ajena y esperando que mi invitado hubiera captado la indirecta pero, como más tarde comprobé soy demasiado iluso.


Total , que salimos a la calle y poco después de recorrer unos metros el cliente aborda a otra viandante.

-“Señora, es usted de aquí?”
- Si soy de aquí dígame.
- Donde está el mejor restaurante de Zaragoza, que quiero invitar al Señor Prieto (señalándome)
La señora se partía – “hombre, no se si el mejor…El Restaurante El Montañés es muy bueno”.
-“Ah , muy bien… y dónde esta?”
- “Ve usted aquel edificio grande? Es la calle del edificio a la derecha”
- “Es usted muy amable señora, y muy simpática…y tiene una ciudad muy bonita!”
- Muchas gracias señor.
- A usted, a usted….

En el camino al restaurante sufrimos otro par de ataques de amabilidad por parte del elemento en cuestión. Esta vez la víctima fue una señora paseando a su perro:

- “Señora, tiene un perro muy bonito. ¿Cómo se llama su perro?”
- Lucas!
- Ah, Lucas!!
- Y este otro?
- Ese no es mío. Es del señor.
- Ah, señor … y cómo se llama su perro?

A lo cual el señor, naturalmente no se dignó en contestar!

Yo hice como que no me había enterado de nada y seguí caminando deseando muy fuerte que esa noche acabara pronto.

Total, que llegamos al restaurante. Por el aspecto, la clavada iba a ser de dimensiones monumentales. Me alegré tanto de ser invitado aquella noche! Se tratraba de un restaurante lleno de camareros de esos que revolotean en torno a uno haciéndole sentir como un trozo de carne sangrante arrojado a un tanque de pirañas … Pobrecillos… no sabían a lo que iban a enfrentarse.

La primera en la frente:

-“ Tienen jugos”
- “Perdón?”
- “Si tienen jugos de melocotón”
- “Zumos señor?”
- “Si sumos”.
- “Si, tenemos”.
- “Pues tráiganos siete!”.
- Muy bien. Siete zumos de melocotón – ordenó el maitre a sus camareros, los cuales se miraron entre sí estupefactos por lo anormal del pedido y se pusieron manos a la obra.

A continuación Efraín inicia su discurso:

- “Oiga señor –dirigiéndose al jefe de camareros-, tiene usted cara de ser muy inteligente, así que estoy seguro de que nos podrá recomendar algo muy rico…:”

El maitre comienza nombrar delicadas recetas mientras nadie en la mesa excepto yo…le hace caso. Como veía que no había quórum ni de lejos y que, por supuesto nadie iba a liderar la operación así que me dirigí al grupo lanzando la clásica frase de…..”bueno, pedimos algo para picar al centro… y después un plato fuerte cada uno. Qué os parece?”

- “Eso está muy bien mi Luis”- aprobó Efraín entusiasmado (aunque después pidieran lo que les dio la real gana, claro)

Ante todo esto el contramaestre de los camareros, viendo por fin la luz al final del túnel respiró aliviado:

- “ Muy bien, aquí tienen la carta” – dirigiendo su mirada hacia mi con los ojos del ahogado que busca una maroma a la que amarrarse.

Todo esto a la vez que uno de los niños preguntaba con cara angustiada:

- “Señor, ¿no tiene pizza?” – La cara de incredulidad del maitre supera con creces mi capacidad descriptiva así que evitaré incluso el intertar transmitirlo.

Ufff, yo no sabía donde meterme. Creí que aquello no se podía superar… pero más tarde comprobé que lo ocurrido hasta el momento, no era nada…

Mientras una camarera de unos 45 años con el pellejo más duro que una gallina de 10 años nos ponía los platos, al patriarca le volvió a dar una de sus ataques de diplomacia:

- “Señora…es usted muy amable, y muy guapa!”

Obviamente, la tipeja se lo tomó como un insulto y evitó mirar al cliente en cuestión…
Cuando se hubo alejado, Efraín me preguntó si la camarera se había “enojado”. Y yo le dije que si. Que aquí en España no era habitual halagar sin motivo (esto lo dije sin que ella me oyera porque mi “sin motivo” (referido a su belleza) también tenía una sobredosis de crueldad considerable) a la gente y que ese tipo de alabanzas hacen a la pensar que se les está tomando el pelo en lugar de responder favorablemente al halago. El me preguntó por qué…respondía con un lacónico “diferencias culturales”.

Así que, una vez asimilada la lección y con la nueva información que yo le había traspasado sobre la austeridad del carácter español, Efraín reintentó aplicar sus nuevos conocimientos en su “víctima”:

- “No crea que le tomo el pelo. Se lo digo de corazón. Es usted muy maja!”

Por supuesto, la reacción de la tipa en cuestión fue notablemente más árida todavía.

Efraín me miró y me dijo…”yo lo he dicho con buena intención”

Y yo…”lo sé, lo se…pero es mejor que lo evites porque la gente, como ves, se lo toma mal”- le expliqué esperando que lo entendiera antes de que nos dieran una camada de ostias.




Finalmente logramos pedir. Y una vez que el maitre hubo tomado nota, Efraín surgió con otra de sus brillantes frases:

- “Oiga amigo, le voy a pedir un regalito especial…¿me podría traer un chocolate?”- El tipo alucinaba en colores mientras decía que por supuesto que si a la vez que por dentro se cagaba en todo!

A partir de ahí….la cosa degeneró sobremanera con la niña pequeña cantando algo de “si la lluvia fuera chocolate abriría mi boca hacia el cielo”, Efraín pidiendo más chocolota y donuts para combinar con el jamón ibérico de bellota, y los hijos ordenando “papas” fritas de bolsa y ketchup en cantidades industriales!!! Un espectáculo dantesco para un restaurante de aquella categoría!

Por aquel entonces, yo ya había decidido que la única salida digna a aquella situación era el suicidio y simplemente estaba intentando elegir el cómo ejecutarlo. Esa duda fué la que me mantuvo vivo hasta el final de la cena ya que de haber encontrado algún método que aunara simplicidad, discreción y carencia de dolor, sin duda, ahora no estaría escribiendo el relato de lo acontecido.

Efraín pagó y se empezó a despedir de todo el mundo en el restaurante. Al pasar junto a una mesa en la que había un oriental sentado, lo único que se le ocurrió decirle fué:

- “Hola amigo, ¿es usted chinito o japonesito?”

Yo rogué para que el tipo no se levantara y le rebanara la yugular a mi invitado con el cuchillo del pescado (porque ya se sabe lo habilidosos que son estos tipos de ojos rasgados con las cuchillos de la teletienda que cortan latas de conservas de un solo tajo…¿qué no iba a hacer con un tierno cuello mexicano?). Mis ruegos dieron resultado porque el tipo en cuestión no entendendía castellano!! Comprendí , que después de aquello, tenía que ir a visitar a la Pilarica al día siguiente a primera hora de la mañana.

Al salir, le dije a Efraín, que si ese oriental hubiera sido español, podríamos haber tenido problemas, a lo cual él contestó que no entendía a la gente que iba con cara amargada por la vida, con lo bonito que era ser feliz. Después de eso (y de pensar que en el fondo , tenía razón) insistí en que debía de tener un poco de cuidado.

Llegamos al hotel. Eran más de las doce y negociamos cómo sería el despertar al día siguiente. Yo quería que estuviéramos desayunando a las 7 y media para estar saliendo a las 8 de la mañana pero finalmente quedamos en que estaríamos a las ocho menos veinte desayunado para , a las ocho en punto visitar la basílica de Nuestra Señora del Pilar y salir 15-20 minutos más tarde rumbo a Lérida. Nuestra cita era a las nueve y media y si cumplíamos este horario llegaríamos “sólo” media hora tarde. De nuevo, me fui víctima de mis propias ilusiones.

Al día siguiente, a las ocho menos veinte de la mañana el único ser humano del grupo que estaba abajo acompañado por un café con leche era servidor. En honor a la verdad he de reconocer que sólo se retrasaron unos 10 minutos, lo cual, teniendo en cuenta el rango de edades del rebañito que llevábamos no es una mala marca. Es algo así como cuando un nadador español se clasifica para una final. No es la leche, pero está muy bien para el nivel natatorio que maneja nuestro país (somos más de secano que las amapolas!).

Salimos del hotel sobre las 8 y cinco, más o menos según lo previsto. Pero claro, al llegar a la basílica, había misa, con lo cual tuvimos que esperar al final. En lugar de salir a las 8 de la mañana, salimos casi a las 9 de Zaragoza y por tanto llegamos una hora tarde a nuestra cita. A la salida de la basílica Efraín tuvo el tiempo suficiente para hacer un tercer grado a una beata mañana con frases punzantes como:

- “Oiga señora, y…¿qué milagros a hecho nuestra señora?”
O también,

- “Felicidades tienen ustedes una iglesia magnífica!”

Yo ya iba con los nervios alterados pero finalmente el cliente fue comprensivo con nosotros y nos recibió con un buen humor admirable.

Realmente, era un buen grupo y son muy buenas personas….pero me lo han hecho pasar, muy, muy mal. Gracias a Nuestra Señora del Pilar, todo acabó felizmente. Un cliente satisfecho y la promesa de que sus proyectos próximos los harán con nuestra empresa. Cada cerda que le vendamos, será un año menos de mi vida pero supongo que ha merecido la pena!

En cualquier caso, esto no fue nada en comparación con otra visita que hice el año pasado con 7 mexicanos en la que casi acabo a ostias con ellos. A pesar de todo, los sigo teniendo como clientes. La paciencia da sus frutos… pero esto, ya es otra historia.

sábado, 7 de julio de 2007

Eufemismos....

Escuchaba hoy un anuncio de un supermercado en el cual se detallaban los artículos en oferta para la semana entrante. Entre todos los productos anunciados, llamaron mi atención los "traseros de pollo". La verdad es que a veces nos la agarramos con papel de fumar (como dicen en mi pueblo) y de finos que somos no podemos llamar a las cosas por su nombre porque hasta donde yo llego, un "trasero" de pollo es un "culopollo" de toda vida.
Culo de pollo, lo tienen los corredores de fondo, Ana Obregón y por supuesto toda ave desprovista de plumas en su área caudal.
Un codo humano con un colgajo de piel es la mejor alegoría de tal despliegue de mal gusto evolutivo que se me ocurre.

¿Será por esto por lo que no acabó siendo una "sex simbol" la gallina Caponata a pesar de poseer un par de piernas torneadas y ser su mirada la esencia del deseo carnal? (miren la imagen y digánme si son capaces de resistirse al encanto fatal de tan morboso animal!)
Puede que si. Ahora malvive negociando su cloaca en la Casa de Campo de Madrid. La fama es efímera (que se lo digan a Rody Aragón!)

Patético



Amiguitos, la noche de ayer fue una de las más lamentables que recuerdo haber vivido desde aquella en la que se oyó decir a un conocido personaje de la movida de Veguellina que él y su socio (con el que estaba hablando en aquel momento) eran “los más londinenses del pueblo” sabiendo como se sabía que jamás habían viajado a la capital británica. Aunque...ahora que recuerdo, esto rivaliza por ridículo con las declaraciones de otro popular batera de grupo de pop-rock rural independiente de la misma localidad justificando su trabajo en una orquesta del pueblo porque según él “tocando pasodobles también se aprende”. Esta claro que quien no se consuela es porque no quiere. Que se lo pregunten a los de Izquierda Unida en cada balance de los resultados post electorales desde el comienzo de la democracia en este santo pais.

Pues bien, eran como las diez y media y no sabía que hacer; así que tracé un plan con el único fin de evitar quedarme en casa. Era viernes y la depresión y el jet lag me habrían convertido en una presa fácil de algún programa de víscera cardiaca en la televisión. Era perfectamente consciente de los riesgos, así que decidí que iría al cine.

Consulté la cartelera, pero resulta que no había demasiadas cosas interesantes como suele ser habitual. Sólo había dos películas que en cierto sentido podían llamarme la atención. Una era “28 semanas después” (prometo "reportarme", si merece la pena) y la otra “Tideland”. El último pase de la primera película era a las 10 y media, por tanto la elección fue simple, iría a ver “Tideland” . Este "flim" esta dirigido por un ex Monthy Pyton (Terry Gilian), que también dirigió por ejemplo la resultona “9 monos”. La ponían en versión original subtitulado (asumible) pero a la una de la madrugada. Me entró un poquillo de flojera pero se me quitó instantáneamente al visualizar mi cuerpo yaciendo baboso en el sofá un viernes noche ante el televisor.

Así que nada, me fui al centro en mi poderoso Focus de Lease Plan y me metí en el aparcamiento del Multicine. Saqué la entrada con mucha antelación ya que aún eran las 11 de la noche y me fui a dar un paseo. Comencé en el puerto y estaba ya junto al estadio de Riazor cuando me dí cuenta de que quedaban sólo unos 20 minutos para el comienzo de la película. Tuve que apretar un poco el culo para no perderme el comienzo. El lugar presentaba un ambiente casi fantasmagórico de no ser por un leve movimiento de cuerpos frikies comprando las últimas palomitas plastificadas de la noche. El operario que supervisó mi entrada me dijo que la sala 1 era la primera a la izquierda. Diligentemente y como soy muy bien mandado me fuí en esa dirección aunque no encontré la sala a la primera por lo que tuve que volver sobre mis pasos. Por fin, divisé un enorme 1 en la pared pero la hoquedad de la entrada no resultaba obvia. Enfoqué un poquito y pude darme cuenta de que la puerta estaba cerrada y por ese motivo estaba un poco desconcertado. Miré mi reloj y comprobé que aún era la una menos cinco. Entonces revisé la hora de inicio de la película en la entrada pensando que me había equivocado y que quizá ya habría comenzado… pero no. Todo estaba correcto así que me arriesgué a abrir la puerta.

Había publicidad en la pantalla. Señal inequívoca de que pronto comenzaría la exhibición. Caminé por el pasillo. En la sala aún no se habían apagado las luces y por lo tanto, pude comprobar fácilmente que....no había nadie. No es que esperara que aquello fuera el Corte Inglés en las Rebajas de Enero pero tampoco aquello.
Teniendo en cuenta que la película parecía tener ciertas dosis de terror (según las críticas que había leído antes), la perspectiva no era muy prometedora. Esperé, confiando en que antes del inicio llegara alguien más a hacerme compañía (incluso pensé en inventarme alguna frase simpática para recibirlo)…Pero por desgracia, no llegó nadie y por tanto yo era la única persona en un cuarto de millón de habitantes (Coruña y área metropolitana) a la que se le había ocurrido ver aquella película a esas horas!
Realmente, no creo que merezca la pena hacer muchos comentarios sobre la cita más allá que decir que resistí como pude las dos primeras horas, tras las cuales, a eso de las 3 de la madrugada decidí que no podía seguir viendo aquel espectáculo lamentable protagonizado por una niña con doble personalidad que discutía con las cabezas de sus muñecas y se sentaba en el regazo de su padre muerto hacía días introduciéndole crema de cacahuetes en la boca.

Salí del cine mientras Dickens (un chico retrasado que la niña-Gollum se ligó) le iba a enseñar a la niña “su secreto”. Imagináos lo poco interesado que estaba que ni siquiera tuve paciencia para esperar. Me dirigí hacia la entrada general de los cinespero la puerta estaba cerrada. Allí no había nadie! Supuse que, de algún modo, aquello tendría que abrirse y tras algunos movimientos medianamente bruscos de forcejeo con el ingenio mecánico oí unos pasos tras de mi acercándose en mi rescate. Se trataba seguramente del único ser vivo en aquel recinto a parte de mi. Le dediqué una sonrisa fingida como queriendo hacer ver que, a pesar de estar viendo una película coñazo en versión subtitulada a las 3 de la madrugada de un viernes, yo era totalmente normal. Por supuesto que no logré mi objetivo y el tipo se debió largar pensando algo como “si no me pagaran por esto, de cojones iba yo a estar aquí un viernes por la noche a estas horas!”.

Me sentí como cuando a Arthur, el protagonista de Starting Out y Getting on, nuestros libros de inglés del instituto, le abandonaba la bella Mary por el rico y guapo Bruce. "Very miserable!" La palabra tristeza no llega a definir cómo me sentía….
Encontré mi coche sin dificultad y conduje hasta mi casa pensando que Terry Gilian ha hecho cosas más afortunadas y definitivamente, yo había tenido noches mejores!

viernes, 6 de julio de 2007

Un nuevo progreso tecnológico! El vídeo!

Lo que me faltaba....poner vídeos es facilísimo..aquí os dejo un par de canciones que acabo de descubrir y que me encantan...espero que os gusten!!

El primero es de Michael Buble, creo que es canadiense y, la verdad hasta esta canción me había caido simpático pero sin emociones especialmente agudas. Este temita mola y lo recomiendo si quieres entrar en coma depresivo cuando estas lejos de casa y echas de menos todo, hasta lo que no soportas...
Bueno, la letra para los no angloparlantes, la he traducido al estilo libre. Ahi va:

Casa

Otro día de verano ha llegado y se ha ido.
En Paris y Roma.
Quiero irme a casa.
Puede que rodeado por
un millón de personas
pero aún me siento solo.
Sólo quiero irme a casa. Te hecho de menos, lo sabes.
He estado guardando todas las cartas que te he escrito
Y en cada línea o dos: “Estoy bien, ¿cómo estas tu?”
Las enviaría pero se que no es suficiente.
Mis palabras son frías y llanas
y tu te mereces más que eso
Otro avión, otro lugar soleado.
Sé que soy afortunado
pero quiero irme a casa
Tengo que irme a casa. Déjame ir a casa.
Estoy demasiado lejos de donde tu estas
Quiero volver.

Y me siento como viviendo la vida de otro,
Justo como si hubiera salido
cuando todo estaba yendo bien.
Y se porque no pudiste venirte conmigo.
Porque no era tu sueño.
Aunque siempre creíste en mi.

Otro día de invierno ha llegado y se ha ido.
Incluso en Paris y Roma.
Quiero ir a casa.
Déjame volver. Estoy rodeado
por un millón de personas
pero aún me siento solo.
Déjame ir a casa.
Te echo de menos, lo sabes.

Déjame ir casa.
Todo irá bien.
Estaré en contigo esta noche.
Estoy volviendo




Y aprovechando...otro descubrimiento...esto más movidito, como un tanto gamberrete, mucho más optimista! Vaya filón! Son los Stereophonics. Una canción muy elegante, casi más que las de Bustamante!.



Ala! Ahi queda eso.

Pompas en Tequila

Un poco de arte fotográfico con mi nueva cámara de viaje de 90 euros!







jueves, 5 de julio de 2007

La Garantía Cinépolis

A pesar de que la globalización esta acabando con toda peculiaridad cultural existente hasta en los más recónditos lugares del mundo, aún hay cosillas que no dejan de sorprenderme. Quizá sea por estas cosas por las que sigue mereciendo la pena caminar por estos andurriales.
Por poner algunos ejemplos, en estos días, me ha tocado conocer dos calles en Ciudad Obregón con nombres tan democráticos e impensables como “Sufragio efectivo” y “No reelección” ( y os juro que no es coña) , orquestas de terraza de cafetería que tocan peticiones que les haces llegar en servilletas mugrosas, o que esta permitido (sin ninguna restricción) el ponerse a gritar en medio de la calle que el fin del mundo se acerca con un equipo de sonido de cientos de watios de potencia.
También me han dicho que una persona a la que conozco tiene 2 familias, la de diario y la de los domingos y ocasiones oficiales, y que ambas familias saben que la otra existe pero se toleran sin más (al parecer , esto no es tan infrecuente por aquí como pudiera pensarse).

No obstante y pese a que todo esto es bastante alucinante, una de las cosas que más me ha sorprendido al ir al cine el otro día (por cierto, vi, "Crimen Perfecto" y le doy un 7) ha sido la "Garantía Cinépolis". Al parecer consiste en que el espectador comienza a ver la pelicula y, si antes de la media hora decide que no le gusta, puede salirse y reclamar otra entrada de manera gratuita para ver otra peli.

No es mala idea. Continuando con ella, no estaría nada mal que nos dejaran vivir hasta los 30 y si nuestra vida no nos gusta, pudieramos salir de la "sala" y elegir otra. Me temo que por desgracia los de Cinépolis son más generosos que el que nos ha puesto sobre la faz de la tierra. A joderse toca!

Mañana a las nueve menos veinte de la noche, hora mexicana, tomo mi avión para España. Nos vemos en aquellas tierras (si os apetece, claro).

martes, 3 de julio de 2007

Cosas del destino






Estaba cansado de vagabundear errático por el centro de aquella poblada ciudad. Muy mareado ya por el ir y venir de compradores compulsivos, mariachis y pedigüeños. Aturdido por los llamativos colores de los miles de artículos apiñados en los escaparates que intentaban atraer la atención de los viandantes, por el bullicio de los niños pateando por un helado de vainilla y por aquel continuo tráfico que nunca cesaba en las calles colindantes al área peatonal.
Por fin, llegó a una gran plaza. No sabía su nombre, ni le importaba. Nunca le habían interesado lo que el llamaba “piedras” (apelativo con el que él denominaba a todo aquello que tiene una relación más o menos con la parte de arquitectura histórica de una ciudad) más allá de la contribución que las mismas pudieran tener al paisaje humano del que formaban parte. Había un par de terrazas abiertas. En una de ellas había música en directo. Se acercó, comprobó que había sitio y se hizo con una de las mesas del fondo del recinto. Siempre había tenido cierto temor a estar bajo las miradas de la gente. Sabía que de todas las perversiones posibles, el exhibicionismo, no era la suya. Pidió un agua de naranja y una pechuga de pollo Cordón Blue para cenar mientras escuchaba a los músicos.
El grupo estaba constituido por un par de chicas de ceñidos pantalones blancos para sordomudas (de esos en los que se pueden leer los labios, ya sabéis) con un “bonito” y ajustado top rosa que embutía sus razonablemente bien formados cuerpos de cantantes de conjunto de terraza de cafetería y una especie de hombre orquesta gordito de rasgos indígenas que se defendía a las mil maravillas con su sintetizador y que se bastaba y sobraba para, con la ayuda de sus dos estrellas gemelas hacer versiones de cualquier artista que le viniera en gana.
Vió con sus ojos extrañados como, de vez en cuando, la gente se levantaba para dejar una servilleta en una gran copa colocada junto al escenario. Tras una concienzuda observación se percató de que los clientes escribían las canciones que quería escuchar en una servilleta y las dejaban en la gran copa de cristal. Al azar, las muchachas de los tops recogían alguna de estar servilletas, leían la canción solicitada, consultaban con su jefe si se encontraba dentro de su repertorio y/o le apetecía tocarla (porque estaba claro que dentro de las posibilidades, el teclista siempre se inclinaba a ejecutar aquellas piezas que mayor lucimiento personal le proporcionaba) para después comenzar a tocarla con una maestría realmente admirable como si una especie de Jukebox biológica se tratara.
Disimuladamente, su vista recorrió a los presentes. Al llegar a ella, su corazón dio un respingo. Estaba de espaldas pero tras unos segundos de conmoción y unas cuantas respiraciones profundas decidió que no podía ser ella la que estaba allí de espaldas a él mirando hacia el escenario.
“El destino no puede ser tan hijo de puta”-pensó para si mismo mientras se reía de su ocurrencia. Así que, apuró su cerveza y siguió disfrutando de la música.
Alguien se le acercó. Un tipo raro que anunciaba el fin del mundo con una Biblia en su mano derecha y un rosario en la izquierda mascullando ininteligibles frases que contenían una amalgama variada de palabras como Satanás, bien, mal, Dios, oraciones y drogas.
Le llevó un rato deshacerse del tarado pero al final, lo logró….justo cuando lo estaba haciendo reconoció unos acordes… eran inconfundibles. Era su canción; la que tantas veces bailó con ella, con la que él, tímido al principio de su relación, incapaz de decir un “te quiero” en castellano, le había declarado su amor….

“No New Year´s Day to celebrate.
No chocolate covered candy hearts to give away….”

Entonces comprendió que sí, que el destino podía ser así de hijo de puta y mucho más y que quizá si que fuera ella la que se encontraba a unos pocos metros de distancia. A miles de kilómetros ambos de su lugar de origen.
Quizá no todo estuviera perdido, quizá ella hubiera cambiado de opinión, quizá la vida podía aún merecer la pena y algún día podrían tener una niña y llamarla Martina como tantas veces habían planeado antes de aquella estúpida ruptura que, seguramente, ninguno de los dos llegó a entender nunca completamente.
Levantó la vista con la emoción contenida esperando ver su cara mirándole con sus profundos ojos verdes y esa sonrisa de niña traviesa…pero su silla estaba vacía. Se había marchado justo en el intervalo de tiempo en que el hombre de la Biblia lo había estado entreteniendo.
Salió corriendo de la terraza sin pagar perseguido por los camareros…
Y corrió. Corrió como nunca lo había hecho, sin respirar, sin cansarse, con un nudo en la garganta. Corrió para salvar su vida y la de ella. Para que Martina pudiera venir al mundo…
Corrió entre el ir y venir de los compradores compulsivos, los mariachis y pedigüeños; a través de las calles llenas de tiendas con artículos de colores apiñados en sus escaparates, ambientadas con los gritos de los niños y sus pataletas…y aquel murmullo del tráfico que nunca cesaba en las calles colindantes al área peatonal…
Pero todo fue inútil. No volvió a verla.

Regresó a la terraza, pagó lo que debía y mientras se marchaba hacia su hotel entre lágrimas, recordó la letra de aquella canción…

“No New Year's Day to celebrate
No chocolate covered candy hearts to give away
No first of spring
No song to sing
In fact here's just another ordinary day

No April rain
No flowers bloom
No wedding Saturday within the month of June
But what it is, is something true
Made up of these three words that I must say to you

I just called to say I love you
I just called to say how much I care
I just called to say I love you
And I mean it from the bottom of my heart

No summer's high
No warm July
No harvest moon to light one tender August night
No autumn breeze
No falling leaves
Not even time for birds to fly to southern skies

No Libra sun
No Halloween
No giving thanks to all the Christmas joy you bring
But what it is, though old so new
To fill your heart like no three words could ever do

I just called to say I love you
I just called to say how much I care, I do
I just called to say I love you
And I mean it from the bottom of my heart

I just called to say I love you
I just called to say how much I care, I do
I just called to say I love you
And I mean it from the bottom of my heart, of my heart,
of my heart

I just called to say I love you
I just called to say how much I care, I do
I just called to say I love you
And I mean it from the bottom of my heart, of my heart,
baby of my Heart”


domingo, 1 de julio de 2007

He visitado Tequila...

Se narra en la mitología prehispánica la existencia de una joven y bella princesa llamada Mayahuel que vivía en una estrella en el cielo de los dioses. La princesa cayó perdidamente enamorada de Quetzalcóatl y su amor fue correspondido. Habiendo sido descubierto este amor por los demás dioses, éstos hicieron que la estrella de la princesa se apagara y la encerraron dentro del astro. Su amado subió al cielo, para conocer por qué ella había dejado de brillar y al percatarse de lo ocurrido la liberó y la llevó a la tierra.
La abuela de Mayahuel los descubre en su hazaña y furiosa les manda un castigo convirtiéndolos a él en un árbol, a ella en una flor.
Resultó ser tan fuerte el amor entre ambos que consiguieron abrazarse y de ese abrazo surgió el agave azul de cuya fermentación y destilación se extrae hoy el tequila. El agave es el símbolo de un amor que no pudo ser y representa también una amalgama de sentimientos concentrados de ambos amantes…es esto lo que explica que cuando la gente bebe tequila grite, salte, se enamore, sienta y se pelee.

To be or not to be

Tomar decisiones es siempre complicado.
¿Café sólo o cortado? ¿Madrid o Barcelona? ¿Guapa y tonta o fea y con sentido del humor? ¿Coca Cola o Pepsi? ¿Cortarse las venas o dejárselas largas?
Hay veces incluso, en las que las decisiones no son dicotomías sino que ante nuestro perplejos ojos de macacos se presentan múltiples posibilidades y entonces surgen entes y sistemas (generalmente interesados) que nos “ayudan” en nuestra decisión. Me refiero a políticos, vendedores ambulantes, publicistas, consultores, magos del marketing telefónico, comerciantes de sueños, medios de comunicación, guionistas de cine y otros ideólogos que trafican con nuestros deseos, los generan, los destruyen y nos hacen desear, comprar, cambiar teléfonos móviles que funcionan y ropa que aún abriga y viste.
Desde antiguo se sabe que todos los caminos conducen a Roma y puede que si nos equivocamos decidiendo lleguemos más tarde pero hay una cosa clara y es que al final, llegaremos. No hay una única vía para el éxito. Frente al elitismo del caviar iraní, la filosofía del coste de los restaurantes chinos. Frente a la perfección del Mercedes, la simplicidad y bajo precio del KIA Picanto. Frente a la exquisitez jamón ibérico de bellota de montanera, el serrano de cerdo blanco con baja infiltración grasa; Frente a Lars Von Trier, George Lucas y frente la Noche Temática de la 2, Salsa Rosa y Corazón de Otoño.
A veces pienso, que ni siquiera la muerte es el final del camino. Podemos morir en una realidad, pero quizá existan realidades paralelas. Una clase de “Second Life” (third life, n-lifes…) en las cuales nuestros seres queridos siguen existiendo después de haber dejado atrás otra en la que se quedaron llorándonos tras un choque frontal con un camión que transportaba sandías, un ataque de un verraco enfurecido, una infestación de ladillas asesinas o un repentino deseo de colgamos de un pino suficientemente robusto como para soportar nuestra obesidad mórbida.
El otro día escuchaba una entrevista que le hacían a una periodista árabe destacada en el Líbano. Su familia no sabía que estaba allí. Tras una serie de ataques hacia profesionales de la información en esta zona candente del mundo, ella decía en un inglés rudimentario pero funcional que “morir no era nada”, su único miedo era que la capturaran y la torturaran, independientemente de que aquel martirio acabara o no con la muerte. Me impresionaron sus palabras. Y pensé si lo suyo era vocación, inconsciencia o una diabólica mezcla de ambas cosas. Para mi, una cerda histérica, con los ojos inyectados en sangre y chillando hasta hacerte sangrar los tímpanos, (simplemente porque la has capturado momentáneamente con un lazo para extraerle una muestra de sangre), es la alegoría perfecta de nuestra sociedad occidental. Gorda, opulenta, hipersensibilizada ante lo que no es esencial, sólo aparente, y que vive plácidamente encerrada en un espacio de 2 metros cuadrados mientras tenga agua, comida y un verraco al que observar un par de veces al día.
Algo malo pasa, cuando tenemos tanto miedo a equivocarnos en cuestiones superficiales y no sabemos si quiera distinguir las cosas importantes en nuestra vida. Aunque, quizá esto no sea necesariamente malo. Y realmente, lo bueno y lo malo se toquen en los límites del universo llegando a fundirse y resulta que todo es justificable. A veces pienso esto cuando veo a familiares de víctimas de terrorismo siendo manipuladas, a políticos negando la mayor, a implacables ejércitos haciendo guerras preventivas, a oscuras religiones promulgando la Guerra Santa, a mujeres buscando el elixir de la pasión infinita dentro un capítulo eterno de Sexo en Nueva York. Sexo en Nueva York ha hecho mucho daño ( casi tanto como los chats de Internet). O quizá sea yo, que no me acostumbro a relativizar a mi familia, a hacer predominar mis deseos por encima de mi moral y a mandar a tomar por el culo a mi sentimiento católico de culpa.
Buscamos vivir largo tiempo, pero buscamos vivir bien. Aunque no sepamos lo que es eso. Demasiado al este es oeste, demasiado desarrollo…miseria y podredumbre. Demasiadas reglas…anarquía, demasiada democracia…dictadura. La extrema diestra y siniestra se tocan en la espalda del mundo cuando este se abraza a si mismo. Y en ese punto estoy yo. Confundido, aturdido, superado por los acontecimientos como un adolescente que se lo replantea todo desde los cimientos. No es mal sitio para estar. Quizá un tanto inestable, quizá un poco incómodo puesto que siempre tienes que andar amarrado pues si te sueltas serás irremediablemente arrastrado hacia un lado o hacia otro, y perderás aquella pequeña proporción de raciocinio que aún te queda.
Cuando visito a mis abuelos en la residencia, tengo interesantes momentos de lucidez. Veo a los viejos…uno se lanza de la silla, el otro tira un vaso, el de más allá (que según mi abuelo es un “toro” y se crió en una “dehesa” pero que ahora no camina porque le han dado “demasiadas pastillas”) intenta agredir a una monja. Una monja eterna, gris, menuda e incansable, como el conejito Duracell, como los anuncios del Almendro que vuelven siempre por Navidad, como el toro de Osborne, impetérrito a la orilla de la carretera, como la maldad de los hombres y el movimiento del viento. Sigilosa, huesuda, hiperactiva, convencida de que está en este mundo con un claro mandato divino. Muerta en vida para algunos, viviendo en plenitud para otros. Otra vez la maldita contradicción que no deja de golpear mis meninges. ¡Las meninges no es un cuadro de Velásquez! Sé que no viene a cuento. Simplemente se me ha ocurrido. Estábamos hablando de la eterna lucha entre el bien y el mal… y estábamos NO encontrando una respuesta satisfactoria que nos permitiera establecer una escala de valores:
“Lucha de gigantes convierte el aire en gas natural.
Un duelo salvaje advierte
lo cerca que ando de entrar en un mundo descomunal.
Siento mi fragilidad.
Vaya pesadilla, corriendo con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz.
Deja de engañar, no quieras ocultarque has pasado sin tropezar.
Monstruo de papel, no sé contra quien voy.
¿O es que acaso hay alguien más aquí?”
Antonio Vega.
Hay valores que nos guían. Tenemos que recogerles los mocos y cambiarles los pañales a nuestros abuelos, como ellos lo hicieron con nosotros. Es gratitud, es obligación, es castigo, es aprendizaje, es deber, y puede llegar a ser satisfacción. Es fortaleza mental, es ley de vida, es lo que es, una putada del ocho. Una venganza divina por nuestra prepotencia humana. Dolor del que no debes escapar, cruz que debes de cargar, condena que tienes que cumplir, enajenación mental transitoria que has de soportar, lección que tienes que aprender para vivir. Planes maquiavélicos diseñados por alguien ahí arriba para probar lo miserables que podemos llegar a ser, lo mezquinamente que somos capaces de comportarnos en nuestra juventud, lo repugnantes que nos volvemos con los años. Los viejos no son buenos, ni malos, son un reflejo exagerado, una caricatura de lo que fueron en vida. Capaces de sufrir, capaces de hacer daño, experimentando una introgresión, una vuelta al útero.
Es como una delicada broma, como el guión de una película de terror de refinada trama. Desarrollamos habilidades, nos salen los dientes, caminamos, saltamos, tenemos hijos, los criamos. Perdemos habilidades, se nos caen los dientes, dejamos de caminar y de saltar, perdemos a nuestros hijos porque pasamos a ser una carga. Creo que este ciclo es sin duda, una prueba de la existencia de “dios”. Es una lección, una metáfora, una fábula con moraleja que no sabemos interpretar, pero todo está ahí. Ante nuestros ojos para ver si nos damos cuenta.
Desgraciadamente, el ser humano no aprende. Tropieza miles de veces contra las mismas piedras, se da cabezazos en el mismo marco de la puerta hasta que su masa encefálica queda expandida por la estancia. Sólo sobreviven los seres humanos de cabeza más dura, no los que aprenden a agacharse. Es una visión pesimista quizá. Podríamos hablar también de la gente que hace el bien, aunque si profundizáramos en sus motivaciones posiblemente no fueran tan nobles en la mayor parte de los casos. Así que mejor no hacerlo, para no perder esa minúscula esperanza que conservamos en la especie humana. No en ninguna de sus razas porque todas son igualmente deleznables. Quizá podamos creer en la especie y en que algún día mutemos, alguien nos “resetee”, modifique nuestros sofware y nos demos cuenta de que lo que tenemos es suficiente.
La brecha del 90/10 es una “teoría” que explica que el 90% de los recursos se utilizan para salvar al 10% de la población. Se aplica generalmente a las cuestiones de investigación y recursos sanitarios, pero realmente es aplicable a muchos otros ámbitos de la vida. Una pequeña oligarquía vive bien, mientras el resto trabajan para nosotros. Si puedes leer esto, estas en el 10%. Lo siento por tu conciencia, pero sobre todo por la supervivencia del otro 90%. No se trata de pontificar, para eso ya esta el sumo (pontífice) se entiende. No creo que sea malo. Simplemente tiene una visión distinta de la vida. Seguramente yo sería bastante peor si me vistieran con faldas doradas sin talle, y con un ridículo gorrito blanco en la coronilla y me pasearan por ahí en un coche funerario con galería pidiéndome la Infalibilidad y que siente cátedra en cada una de mis intervenciones. La verdad, encuentro demasiados paralelismos con Jiménez Losantos (no sé si se escribe así, pero como seguramente, nadie llegue hasta este punto de esta enfermiza reflexión, me la pela).
No quiero irme por los cerros de Úbeda. Todo esto tenía un principio y prometo un fin. Un alfa y un omega, los símbolos de Dios. De nuevo, todo converge. Hablábamos de decisiones y lo único que pretendía decir es que a veces nos equivocamos y que cuando esto ocurre, podemos hacer daño a terceros y tenemos que intentar ser sensibles porque podemos relativizar todo lo que queramos. Podemos ponernos caparazones córneos, exoesqueletos de quitina, capas élficas, armaduras medievales, pero siempre habrá algo que nos hace daño. A unos, unas cosas, a otros otras, pero en general somos animalitos. Seres vivos y queramos o no nuestro comportamiento poblacional (no individual) acaba siendo explicado perfectamente por una distribución normal, por una campana de gauss con su media, su moda, su desviación típica y su varianza. Por tanto, para un nivel de significación alfa, puedo calcular, puedo medir qué probabilidad existe de que algo que te haga o te diga te llegue a hacer daño y eso, sin duda significa algo. Significa que sí que se pueden establecer reglas morales, normas y que el 99% de los seres humanos somos sensibles a determinadas cosas. Hay mecanismos fisiológicos que subyacen que definen nuestro bienestar y nuestro sufrimiento y precisamente por eso, podemos predecir con un poco de sentido común qué partes de nuestro comportamiento, qué componentes de nuestras decisiones, pueden llegar a hacer daño a “los otros”. A veces, dentro de “los otros” estaremos también “nosotros” como en una relación matemática reflexiva, de un conjunto consigo mismo. Podemos autolesionarnos y eso tampoco está bien. Pero no sabría que es mejor. A veces, hay que evaluar si el nivel general de daño que causas en el universo es más bajo cuanto te castigas a ti mismo que cuando destrozas a otros. Difícil. No está mal equivocarse. Quizá lo único que no debamos hacer es esperar en la intersección del camino (aunque, si no ponemos zancadillas a los que pasan, tampoco tiene nada de malo) y a la hora de decidir. Saber que la primera prioridad debe de ser no hacer demasiado daño a otros con lo que decidamos puesto que por uno u otro camino, con un poco de tesón, llegaremos a Roma.
Desde la chaquetita iracunda, si has leído todo esto. Te mereces un abrazo de todo corazón.