jueves, 22 de noviembre de 2007

True Love



Contaban con la inocencia de la juventud que facilita todo proceso amoroso. No había habido desengaños. Él era el chico más guapo de todo segundo de BUP por el que todas ellas suspiraban. Ella la niña más bonita que había llegado aquel año al pequeño instituto rural. Se conocieron porque si. Porque era obligación del destino el hacerlos coincidir en algún momento de su vida. Cualquier otra cosa que no hubiera sido eso, habría sido contra natura; una catástrofe de terribles consecuencias para el mundo. Hay cosas que tienen que acabar sucediendo porque de no ser así algo se desajusta en el universo. Así que lo que había ocurrido aquella primera tarde en la librería debía de estar escrito hacía mucho tiempo. Estaba previsto que ella perdiera el billete de diez euros y que se sonrojara cuando no pudo pagar los cuadernos. También lo estaba el hecho de que justo detrás de ella, en la cola se encontrar él con diez euros de más con los que arreglar la precaria situación financiera de la chica.
“No te preocupes. Ya me lo devolverás” – dijo él con aquella encantadora sonrisa. Después ella le dio las gracias con el particular idioma que sus cálidos ojos color miel hablaban.

Pasaron los días y su amor crecía. Llegaba a ser tan grande por momentos que les daba vértigo. Años más tarde ambos comprendieron que la única razón por la que sobrevivieron a aquella sensación es porque estaban convencidos de que sería eterno que era imposible vivir combinando aquel sentimiento exagerado y la sospecha de que un día podría acabarse. Esa incertidumbre sólo se soporta cuando no amas de veras. Cuando el amor no es el primer y más puro amor y existen ya cicatrices en el pericardio que nos hacen ser cautos no entregarlo todo.
Aquella mañana hacía un calor insoportable. Como siempre estuvieron juntos en el recreo haciéndose arrumacos y dedicándose insultos de enamorados, contándose sus cosas. No echando de menos a nada ni a nadie.
Decidieron que aquel era un momento perfecto para no volver a clase el resto del día y dar un paseo por la orilla del río. El rumor del agua que se filtraba a través de las hojas de los árboles era la mejor de las bandas sonoras. Hicieron todas las tonterías que los niños de 14 años enamorados hacen y decidieron marcar sus nombres en la corteza de un árbol.
A medida que crecían el tiempo pasaba más deprisa. Llegó al hora de separarse porque él se marchaba a la universidad. Sabían que la distancia no era un obstáculo para el amor pero por desgracia se equivocaron. A veces las certezas son meras ilusiones y aprendieron que con el amor esto suele acabar sucediendo.
Llenaron sus vidas con otras muchas cosas: trabajos, parejas, hipotecas, hijos, divorcios, carreras profesionales, consultas psicológicas, coches, vestidos, joyas, aparatos electrónicos, cocinas vitrocerámicas, partidos de tenis, tardes de domingo, arrugas, achaques, reuma, ceniza en los pulmones, experiencia, malos ratos, lágrimas, desengaños.
En una ocasión, el volvió al pueblo. Su madre había muerto y tras el funeral se sintió muy vacío. Decidió dar un paseo y vagó sin saber hacia donde iba. Llegó a la orilla del río. Recordó aquella mañana de verano en la que se escapó con ella. Revivió fugazmente sucedáneos de aquellos sentimientos y sin darse cuenta esbozó una leve sonrisa. Enseguida, ese mecanismo que había desarrollado a lo largo de todos aquellos años para autoprotegerse se puso en funcionamiento y empezó a pensar que lo pasado, pasado estaba, que no merecía la pena martirizarse pensando en lo que pudo haber sido…se marchó de allí más tranquilo, apaciguado por su propia mente con una nueva herida que cicatrizar jurándose no volver nunca por allí de nuevo.

10 comentarios:

Alvaro dijo...

:O Speechless! Me has dejado la piel de gallina.

Bravo!

The Seeker dijo...

Je. Quién fuera inocente e inmune al vértigo de nuevo.

manijeh dijo...

Que lindo escrito! Y si... no hay que pensar en el "hubiera", tal vez no vale la pena.

Juanan!! dijo...

No es la forma más alegre de comenzar un sábado (sí, he dormido hasta tarde) pero he encontrado otras cosas increíbles por tu blog: preciosas fotos.

Belén dijo...

Las condicionales no me gustan, porque desesperan ;)

Cuando el amor no es el primer y más puro amor y existen ya cicatrices en el pericardio que nos hacen ser cautos no entregarlo todo.

Yo debo ser tonta, mi pericardio está lleno de cicatrices y no aprendo chico... es que no aprendo...

Gracias por pasarte por mi blog, nos vemos!

Besos

Pinche Vieja dijo...

Siento escalofríos. De lo más hermoso que he leído... gracias.

Un besote!!!

Unknown dijo...

Ésos siempre son los mejores amores, supongo. Me choca llegar tarde. Siempre comento después de todos. ¡Saludos!

Isabel Sira dijo...

Entonces, no estaba tan predestinado que se conocieran, o lo hicieron en mal momento...
Sería fantástico que llegáramos a todos los amores como si fuera el primero, porque las heridas son de otros y es una pena abrirlas por querer evitarlas...
Estoy un poco espesa, me gustó cómo está escrito, no me gustó la historia, no quiero más historias tristes...

Bárbara dijo...

Me he quedado sin palabras.

Me gustó

Anónimo dijo...

En Macondo comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver..
http://www.youtube.com/watch?v=Imh0vEnOMXU