miércoles, 11 de julio de 2007

¿Chinito o Japonesito?

A pesar de la globalización, aún existen diferencias culturales de importancia entre los países. Cada vez que tengo que acompañar a algún mexicano a visitar empresas en España sufro mucho a causa de esas diferencias.
Mi último infierno particular comenzó el domingo por la mañana. Sabía que Efraín venía a nuestro país y me pidió que le organizara un tour para conocer algunas explotaciones y empresas representativas del sector porcino “por acá”. Consciente de que dar una buena imagen en este viaje era una cuestión importante para que este cliente me tuviera en cuenta para sus futuros planes de crecimiento, preparé concienzudamente un recorrido de 2 intensos días por Aragón y Cataluña.
El domingo, me puse en contacto con él para acordar nuestro encuentro el lunes por la mañana. Yo dormía en León, así que tenía que madrugar bastante para estar sobre las 11 de la mañana a más tardar en Zaragoza. Definimos que ese sería el punto de encuentro. En un momento se me pasó por la cabeza que si este hombre estaba en España, quizá estuviera acompañado por alguien y que tendría que contar con ello. En efecto, lo estaba: por su mujer y sus cuatro hijos localizados en un arco de edades entre los 15 y los 4 años de edad!!!!

Eso en realidad, no era malo del todo puesto que supuse que obviamente los niños no iban a entrar en las granjas ni estar en las conversaciones de negocios con los empresarios españoles así que lo máximo que podrían hacer era reducir los tiempos de visitas profesionales y aumentar las actividades “turísticas”…. Bueno, eso pensaba mi mitad optimista. Pero, siempre tengo una zona de mi cerebro que tiende a posicionarse en el peor de los escenarios posibles así que pregunté inocentemente….

- Pero los niños no entran en las granjas, no?

Ante lo cual, la respuesta fue:

- Pues claro mi gallo! Quiero que estén en todo, el negocio va a ser para ellos! Tienen que aprenderlo todo!

Total, que aquella noche de domingo, ya no dormí bien del todo pensando en lo que me esperaba al día siguiente.

Como decía habíamos quedado en la estación de servicio de Sobradiel, unos 20 km antes de llegar a Zaragoza, sobre las 11 a.m. Salí de casa a las 5 y media de la madrugada, con lo cual, a las 10 y media estaba en el punto de destino con tiempo de sobra para hacer frente a posibles imprevistos y realizar algunas gestiones telefónicas necesarias para ponerme un poco al día de lo ocurrido en nuestra empresa en mi ausencia.
Uno, a veces sabe de antemano como van a ser las cosas pero por cobardía, por miedo a no afrontar la realidad, se engaña a si mismo soñando que los acontecimientos pueden seguir otro curso. Desgraciadamente, las sospechas fundadas suelen serlo porque tienen una probabilidad mayor de cumplirse que los sueños, ilusiones o milagros y en este caso, la sospecha era que llegarían tarde mientras que el sueño o milagro consistía en que aparecieran a tiempo. Digamos que el milagro no se cumplió por “sólo” una despreciable hora y media de nada.


Me empecé a poner nerviosito puesto que ya me habían advertido un ultimátum con límite a las 4 de la tarde para nuestra segunda cita.

Hicimos la primera visita a toda velocidad y me los llevé a comer un menú “Express” a una gasolinera antes de la visita a la segunda granja. La cara de los responsables de la explotación al verme llegar con los “tele tubbies” era todo un poema dramático. Intenté disculparme ante ellos por la organización de aquella excursión escolar y más o menos salimos airosos del envite.

La última cita era con un personaje muy peculiar que, viendo el espectáculo lamentable que presenté ante sus ojos acabó decidiendo no llevarnos a ver cerdos sino caballos y poneys que tenía en una finca cercana al punto de encuentro. Tras la visita al safari park y con la euforia de los pequeños salvajes a niveles máximos nos dirigimos a Zaragoza intentando llegar a ver a la Virgen del Pilar (objetivo muy alejado de mis planes iniciales pero prioridad absoluta para la esposa de mi cliente!). Por suerte, llegamos después de las 10 de la noche y tras tirar las maletas en el hotel salimos a cenar.

Mientras esperábamos en la recepción. A mi cliente le entró un ataque de sociabilidad y le dio por empezar a saludar a todo el mundo que pasaba. Para ejemplo un botón.

Del restaurante del hotel salía una señora de unos 70 años con el pelillo cardado y esos colores galácticos que les ponen ahora a las viejas entre azul cantábrico y morado lombarda metalizado.

- “Señora, es usted muy bella”- le suelta el interfecto.

La señora esbozó una tímida y desorientada sonrisa.

- “Le digo que está usted muy guapa señora. ¿Entiende lo que es guapa?”

Debido a lo cual la anciana empezó a mosquearse arrugó el morro, apretó el culo y entró en el ascensor indignada rumbo a su habitación.

Efraín se quedó desconcertado. Yo…oía, veía y callaba muerto de vergüenza ajena y esperando que mi invitado hubiera captado la indirecta pero, como más tarde comprobé soy demasiado iluso.


Total , que salimos a la calle y poco después de recorrer unos metros el cliente aborda a otra viandante.

-“Señora, es usted de aquí?”
- Si soy de aquí dígame.
- Donde está el mejor restaurante de Zaragoza, que quiero invitar al Señor Prieto (señalándome)
La señora se partía – “hombre, no se si el mejor…El Restaurante El Montañés es muy bueno”.
-“Ah , muy bien… y dónde esta?”
- “Ve usted aquel edificio grande? Es la calle del edificio a la derecha”
- “Es usted muy amable señora, y muy simpática…y tiene una ciudad muy bonita!”
- Muchas gracias señor.
- A usted, a usted….

En el camino al restaurante sufrimos otro par de ataques de amabilidad por parte del elemento en cuestión. Esta vez la víctima fue una señora paseando a su perro:

- “Señora, tiene un perro muy bonito. ¿Cómo se llama su perro?”
- Lucas!
- Ah, Lucas!!
- Y este otro?
- Ese no es mío. Es del señor.
- Ah, señor … y cómo se llama su perro?

A lo cual el señor, naturalmente no se dignó en contestar!

Yo hice como que no me había enterado de nada y seguí caminando deseando muy fuerte que esa noche acabara pronto.

Total, que llegamos al restaurante. Por el aspecto, la clavada iba a ser de dimensiones monumentales. Me alegré tanto de ser invitado aquella noche! Se tratraba de un restaurante lleno de camareros de esos que revolotean en torno a uno haciéndole sentir como un trozo de carne sangrante arrojado a un tanque de pirañas … Pobrecillos… no sabían a lo que iban a enfrentarse.

La primera en la frente:

-“ Tienen jugos”
- “Perdón?”
- “Si tienen jugos de melocotón”
- “Zumos señor?”
- “Si sumos”.
- “Si, tenemos”.
- “Pues tráiganos siete!”.
- Muy bien. Siete zumos de melocotón – ordenó el maitre a sus camareros, los cuales se miraron entre sí estupefactos por lo anormal del pedido y se pusieron manos a la obra.

A continuación Efraín inicia su discurso:

- “Oiga señor –dirigiéndose al jefe de camareros-, tiene usted cara de ser muy inteligente, así que estoy seguro de que nos podrá recomendar algo muy rico…:”

El maitre comienza nombrar delicadas recetas mientras nadie en la mesa excepto yo…le hace caso. Como veía que no había quórum ni de lejos y que, por supuesto nadie iba a liderar la operación así que me dirigí al grupo lanzando la clásica frase de…..”bueno, pedimos algo para picar al centro… y después un plato fuerte cada uno. Qué os parece?”

- “Eso está muy bien mi Luis”- aprobó Efraín entusiasmado (aunque después pidieran lo que les dio la real gana, claro)

Ante todo esto el contramaestre de los camareros, viendo por fin la luz al final del túnel respiró aliviado:

- “ Muy bien, aquí tienen la carta” – dirigiendo su mirada hacia mi con los ojos del ahogado que busca una maroma a la que amarrarse.

Todo esto a la vez que uno de los niños preguntaba con cara angustiada:

- “Señor, ¿no tiene pizza?” – La cara de incredulidad del maitre supera con creces mi capacidad descriptiva así que evitaré incluso el intertar transmitirlo.

Ufff, yo no sabía donde meterme. Creí que aquello no se podía superar… pero más tarde comprobé que lo ocurrido hasta el momento, no era nada…

Mientras una camarera de unos 45 años con el pellejo más duro que una gallina de 10 años nos ponía los platos, al patriarca le volvió a dar una de sus ataques de diplomacia:

- “Señora…es usted muy amable, y muy guapa!”

Obviamente, la tipeja se lo tomó como un insulto y evitó mirar al cliente en cuestión…
Cuando se hubo alejado, Efraín me preguntó si la camarera se había “enojado”. Y yo le dije que si. Que aquí en España no era habitual halagar sin motivo (esto lo dije sin que ella me oyera porque mi “sin motivo” (referido a su belleza) también tenía una sobredosis de crueldad considerable) a la gente y que ese tipo de alabanzas hacen a la pensar que se les está tomando el pelo en lugar de responder favorablemente al halago. El me preguntó por qué…respondía con un lacónico “diferencias culturales”.

Así que, una vez asimilada la lección y con la nueva información que yo le había traspasado sobre la austeridad del carácter español, Efraín reintentó aplicar sus nuevos conocimientos en su “víctima”:

- “No crea que le tomo el pelo. Se lo digo de corazón. Es usted muy maja!”

Por supuesto, la reacción de la tipa en cuestión fue notablemente más árida todavía.

Efraín me miró y me dijo…”yo lo he dicho con buena intención”

Y yo…”lo sé, lo se…pero es mejor que lo evites porque la gente, como ves, se lo toma mal”- le expliqué esperando que lo entendiera antes de que nos dieran una camada de ostias.




Finalmente logramos pedir. Y una vez que el maitre hubo tomado nota, Efraín surgió con otra de sus brillantes frases:

- “Oiga amigo, le voy a pedir un regalito especial…¿me podría traer un chocolate?”- El tipo alucinaba en colores mientras decía que por supuesto que si a la vez que por dentro se cagaba en todo!

A partir de ahí….la cosa degeneró sobremanera con la niña pequeña cantando algo de “si la lluvia fuera chocolate abriría mi boca hacia el cielo”, Efraín pidiendo más chocolota y donuts para combinar con el jamón ibérico de bellota, y los hijos ordenando “papas” fritas de bolsa y ketchup en cantidades industriales!!! Un espectáculo dantesco para un restaurante de aquella categoría!

Por aquel entonces, yo ya había decidido que la única salida digna a aquella situación era el suicidio y simplemente estaba intentando elegir el cómo ejecutarlo. Esa duda fué la que me mantuvo vivo hasta el final de la cena ya que de haber encontrado algún método que aunara simplicidad, discreción y carencia de dolor, sin duda, ahora no estaría escribiendo el relato de lo acontecido.

Efraín pagó y se empezó a despedir de todo el mundo en el restaurante. Al pasar junto a una mesa en la que había un oriental sentado, lo único que se le ocurrió decirle fué:

- “Hola amigo, ¿es usted chinito o japonesito?”

Yo rogué para que el tipo no se levantara y le rebanara la yugular a mi invitado con el cuchillo del pescado (porque ya se sabe lo habilidosos que son estos tipos de ojos rasgados con las cuchillos de la teletienda que cortan latas de conservas de un solo tajo…¿qué no iba a hacer con un tierno cuello mexicano?). Mis ruegos dieron resultado porque el tipo en cuestión no entendendía castellano!! Comprendí , que después de aquello, tenía que ir a visitar a la Pilarica al día siguiente a primera hora de la mañana.

Al salir, le dije a Efraín, que si ese oriental hubiera sido español, podríamos haber tenido problemas, a lo cual él contestó que no entendía a la gente que iba con cara amargada por la vida, con lo bonito que era ser feliz. Después de eso (y de pensar que en el fondo , tenía razón) insistí en que debía de tener un poco de cuidado.

Llegamos al hotel. Eran más de las doce y negociamos cómo sería el despertar al día siguiente. Yo quería que estuviéramos desayunando a las 7 y media para estar saliendo a las 8 de la mañana pero finalmente quedamos en que estaríamos a las ocho menos veinte desayunado para , a las ocho en punto visitar la basílica de Nuestra Señora del Pilar y salir 15-20 minutos más tarde rumbo a Lérida. Nuestra cita era a las nueve y media y si cumplíamos este horario llegaríamos “sólo” media hora tarde. De nuevo, me fui víctima de mis propias ilusiones.

Al día siguiente, a las ocho menos veinte de la mañana el único ser humano del grupo que estaba abajo acompañado por un café con leche era servidor. En honor a la verdad he de reconocer que sólo se retrasaron unos 10 minutos, lo cual, teniendo en cuenta el rango de edades del rebañito que llevábamos no es una mala marca. Es algo así como cuando un nadador español se clasifica para una final. No es la leche, pero está muy bien para el nivel natatorio que maneja nuestro país (somos más de secano que las amapolas!).

Salimos del hotel sobre las 8 y cinco, más o menos según lo previsto. Pero claro, al llegar a la basílica, había misa, con lo cual tuvimos que esperar al final. En lugar de salir a las 8 de la mañana, salimos casi a las 9 de Zaragoza y por tanto llegamos una hora tarde a nuestra cita. A la salida de la basílica Efraín tuvo el tiempo suficiente para hacer un tercer grado a una beata mañana con frases punzantes como:

- “Oiga señora, y…¿qué milagros a hecho nuestra señora?”
O también,

- “Felicidades tienen ustedes una iglesia magnífica!”

Yo ya iba con los nervios alterados pero finalmente el cliente fue comprensivo con nosotros y nos recibió con un buen humor admirable.

Realmente, era un buen grupo y son muy buenas personas….pero me lo han hecho pasar, muy, muy mal. Gracias a Nuestra Señora del Pilar, todo acabó felizmente. Un cliente satisfecho y la promesa de que sus proyectos próximos los harán con nuestra empresa. Cada cerda que le vendamos, será un año menos de mi vida pero supongo que ha merecido la pena!

En cualquier caso, esto no fue nada en comparación con otra visita que hice el año pasado con 7 mexicanos en la que casi acabo a ostias con ellos. A pesar de todo, los sigo teniendo como clientes. La paciencia da sus frutos… pero esto, ya es otra historia.

1 comentario:

Rebilated dijo...

Este relato me ha parecido acojonantemente divertido (supongo que para ti que estuviste alli no lo fue tanto :D ), y no me puedo creer que no te hayan dejado ningun comentario... asi que aqui estoy yo para arreglar eso :D